Cada año el domingo posterior a la solemnidad de Pentecostés, se celebra la solemnidad de la Santísima Trinidad. Fiesta en la que contemplamos la belleza del gran misterio de Dios trino y uno, del tres veces santo.

Pero, ¿cómo podemos comprender el gran misterio de la intimidad de Dios?

Ésta ha sido una pregunta recurrente en los textos de los Padres de la Iglesia, cuya respuesta ha resonado hasta nuestros días. No es mi pretensión presentar a detalle la doctrina patrística, ya que no sería exhaustivo. Desde la antigüedad la Iglesia ha defendido el gran misterio de Dios, uno y trino, de las grandes herejías antiguas como el docetismo, que presentaba a cada persona de la Trinidad como un “modo de presentarse” de Dios, casi como a modo de máscara.

También el Arrianismo presentó una gran dificultad para la Iglesia, a tal punto que convocó el Concilio de Nicea en el 325 d.C, en el que se declaró y definió que el Padre, Hijo y Espíritu santo son de la misma Naturaleza. Serán San Atanasio y San Hilario, al predicar y enseñar las conclusiones de este concilio preparando así el camino a otros grandes santos como del doctor San Basilio Magno, que hablarán de la Trinidad de forma más profunda y detallada.

San Agustín será el defensor de la Trinidad en Occidente. Digo todo esto para subrayar que la Iglesia desde la antigüedad, y aun hoy día, ha destacado la gran originalidad de la revelación cristiana: el Dios Trino y Uno.

San Agustín explica el gran misterio y la belleza de esto, precisamente a través de la analogía del amor: el Amante, el Amado y el Amor. El Amante, es Dios Padre que ama siempre al Hijo desde la eternidad; El Hijo es el Amado, que se deja amar por el Padre; finalmente el Amor que surge de esta relación es el Espíritu Santo.

El misterio de la Trinidad ha sido revelado plenamente en Cristo, el Hijo de Dios Padre, que se encarnó en el seno de la virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, por nuestra salvación. Aquel que como afirmamos en la profesión de Fe, fue generado y no creado, nos reveló el amor del Padre por cada uno de nosotros y nos otorgó, a través de su misterio pascual (pasión muerte y resurrección), el don del Espíritu que nos permite ser hijos adoptivos del Padre.

Toda la historia de la salvación es obra de la Trinidad amorosa. Toda la historia de la salvación es historia del amor del Dios Trino y uno, Padre Hijo y Espíritu Santo, que nos otorga el don de la salvación. No hay un momento en el que solo actúe una sola persona de la Trinidad, siempre son las tres las que actúan y aman, en dinamismo.

Contemplar el insondable misterio de la Santísima Trinidad no debe estar limitado a un solo domingo durante el año litúrgico. Debe ser contemplado siempre, en nuestra oración cotidiana dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Ernesto Camarena

Publica desde febrero de 2022

Soy un religioso Pavoniano, inflamado de amor de Dios. Mexicano viviendo en Italia. Actualmente soy un estudiante de Teología. La Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia me fascinan. Me encanta leer y escribir acompañado de un buen café. «Me has llamado Amigo»