La existencia humana se resume en una palabra: ¡amor! Es una palabra importante que se encuentra en toda la Biblia. Este Amor no se gana, ni siquiera entre los cristianos. Es el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, el que nos abre el corazón al amor, y se derrama sobre todos. Es crucial entender que tendemos a juzgar a los que no están de nuestro lado. Olvidamos que incluso estas personas tienen un lugar en el corazón de Dios. Estas personas son quizás la posesión más preciosa que el Señor busca, al igual que la oveja perdida que busca el Buen Pastor.

«Amémonos unos a otros, ya que el amor viene de Dios». ¡Qué importante es escuchar esta llamada y tenerla como recordatorio! Especialmente cuando te enfrentas a las divisiones y las disputas que plagan la vida cristiana. El amor al hermano tiene sus raíces en el amor de Dios que me ama y me demuestra Su belleza. Hay que repetirlo continuamente: Dios me ama y ama al mundo para que pueda vivir la vida divina. ¡Se ofreció a sí mismo como sacrificio por el perdón de mis pecados! A cambio, espera de mí una respuesta acorde con el amor que tiene por mi persona.

«Como el Padre me amó, yo también os he amado. Permanece en mi amor». Estas palabras son sus últimas voluntades, el testamento que nos dejó la víspera de su muerte. Se dirige a los apóstoles, pero también a nosotros los cristianos de hoy.

Estas palabras revelan que no hay nada más profundo en el ser humano que lograr vivir de la belleza de este Amor. Y Jesús dijo: «Este es un mandamiento nuevo: amaos unos a otros como yo os he amado». Es el like que marca la diferencia. El amor que debo tener por el prójimo porque me viene del Padre, a través de Jesucristo. Este amor no es una simple cualidad de Dios, es todo su ser lo que está ahí. Entonces yo -¡nosotros!- siguiendo a Cristo, no soy Amor pero en mi interior tengo al que lo representa.

No puedo vivir sin este Amor que está en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y este Amor que viene de Dios, lo puedo experimentar solo a través de otros.

Depende de mí extraer todas las consecuencias de esta enseñanza en mi vida, en mi familia, en mi vecindario, en mi lugar de trabajo, en mi entorno de vida. Cuando visito a un enfermo, a un preso, o un amigo que necesita consuelo, debería ser en nombre de este Amor de Dios que lo hago. Cuando comparto con los más pobres, con alguien que ha perdido algo es una respuesta a Jesús, que me manda amar al prójimo. Amar me hace parecer un poco más a Dios y me permite encontrar la belleza de una manera cercana.

Debo evitar las falsificaciones del amor. El verbo amar tiene matices que van desde lo sublime, lo divino, hasta lo más bajo, lo más sórdido. El amor verdadero es de lo que Cristo me habla, el amor verdadero encuentra su fuente en Dios. ¿Cómo me ama Dios? ¿Cómo me anima Dios? Esta es la que debería ser mi referencia: “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.

Por tanto, Dios siempre da el primer paso. Su cruz me levanta, es Él quien acude hacia mi. Así que tampoco tengo que esperar para poder entablar una relación fraterna con los demás. Es un regalo recibido. Debo compartirlo.

Abner Xocop Chacach

Publica desde septiembre de 2019

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Joven guatemalteco estudiante de Computer Science. Soy mariano de corazón. Me gusta ver la vida de una manera alegre y positiva. Sin duda, Dios ha llenado de bendiciones mi vida.