En la Carta a los Hebreos leemos lo siguiente:

Y así como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y que después haya un juicio, así también Cristo, que se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos, por segunda vez, sin relación ya con el pecado, se manifestará a los que lo esperan para llevarlos a la salvación. Hebreos 9, 27-28

Los católicos somos un pueblo de expectativa entusiasta. Servimos y amamos a quienes nos rodean, pero lo hacemos con la mirada puesta en el Cielo, anhelando y esperando que hoy sea el día en que nuestro amado Señor venga a completar nuestra salvación. Creemos que Jesús murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos. Por eso, seguimos y amamos al Dios verdadero y ahora esperamos a su Hijo. Somos aquellos que ya no amamos los placeres fugaces del pecado, sino que esperamos su venida.

Solo unos pocos versículos después de considerar nuestra espera de Jesús, Hebreos 10, 12 nos dice que: “Él, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la diestra de Dios”. En los libros del Nuevo Testamento, se habla del regreso de Cristo más de 300 veces. El momento en el que vuelva, nuestros ojos podrán contemplar toda la belleza de Dios. La esperanza de su regreso debe dar alegría a todos nuestros pensamientos. Pero no somos los únicos que estamos esperando a nuestro amado. Jesús también está esperando… por nosotros.

¿Qué está haciendo Jesús ahora? Está intercediendo en nuestro nombre, está preparando un lugar para que vivamos con Él para siempre y esperando con gran alegría nuestra llegada.

Recordemos aquellas palabras de Jesucristo: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en Mí aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26). Y aquellas otras: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Nuestra fe en Jesucristo nos ilumina. Esa fe va iluminando la mente y el corazón y vamos encontrando la serenidad que dan la esperanza y la certeza del amor incondicional de Dios, que no nos fallará. Esa misma fe en Cristo, nos permite ver la belleza que existe en el mundo. Jesús resucitado es la garantía que la muerte nos abrirá las puertas de la vida eterna con Dios a todos los hermanos y hermanas. Será el momento del encuentro definitivo con la familia en la casa del Padre, donde viviremos plenamente la Comunión de los Santos.

Sabemos que el Padre nos acogerá con los brazos abiertos y aunque, como el hijo pródigo, lleguemos a casa con los vestidos echados a perder y sucios, si nosotros aceptamos su abrazo, su amor nos revestirá de gracia y entraremos a su casa, que también es la nuestra. ¡Porque su misericordia es eterna!

Si la gente reflexionara en lo que Dios nos ha prometido en el Cielo, seguramente estarían siempre animados a conseguirlo costara lo que costara. Un lugar de delicia eterna en la que ya no hay final, no hay muerte ni enfermedad, no hay problemas ni nada que pueda perturbar nuestra paz. Un lugar maravilloso según nos lo ha descrito Jesús y San Pablo, que tuvo la dicha de conocerlo en vida y que dice: Ni ojo vio, ni oído escuchó lo que Dios tiene preparado para los que lo aman” (1 Cor 2, 9). No basta ser bautizados e ir a Misa, es necesario hacer un cambio en nuestra vida que se adecúe al Evangelio y recibir los sacramentos, los cuales nos aportan la Gracia necesaria para alcanzar la santidad.

Como en la parábola las diez vírgenes que estuvieron toda la noche en vela para poder recibir a su señor (Mt 25,1) no dejemos nosotros de estar despiertos porque no sabemos ni el día ni la hora en la que nos reuniremos con Dios.

Detente un momento y reflexiona: no vamos a vivir en esta tierra para siempre, estamos aquí de paso para ganarnos el gran premio del Cielo. Acepta a Jesús como Señor de tu vida y pide que sea, de ahora en adelante, el Espíritu Santo quien la dirija. Jesús nos espera en el Cielo, no te lo vayas a perder por placeres pasajeros. Permite que Él llene de belleza tu corazón. Reflexiona y entrega tu vida por completo a Cristo.

Abner Xocop Chacach

Publica desde septiembre de 2019

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Joven guatemalteco estudiante de Computer Science. Soy mariano de corazón. Me gusta ver la vida de una manera alegre y positiva. Sin duda, Dios ha llenado de bendiciones mi vida.