Es diciembre, y en muchas partes del mundo ya se siente una agradable sensación de emoción, alegría y ternura. Una vez más ha llegado el tiempo de la espera y de la preparación para recibir al Salvador. 

Adviento significa: venida, llegada. Y con esto todo el pueblo cristiano se dispone a preparar un corazón dócil para el gran acontecimiento que sucederá pronto: la Natividad del Señor. 

Es un hecho que la época decembrina genera una emoción única y especial, indescriptible para algunos por la presencia del amor y la unidad en la familia, en pareja y toda la comunidad. Esto es solo una parte de la belleza del amor de Dios, que nos demuestra con el regalo de su Hijo entre nosotros. Y si este amor es capaz de hacernos sentir esta felicidad, es impresionante cuánto más nos tiene preparado Dios Padre para todos.

Con el Adviento aprendemos a esperar de una forma especial, en la cual mientras van pasando los días, algo dentro de nosotros está creciendo como fuego y lo sentimos por el calor de nuestros corazones.

Es la emoción de recibir a un hijo, a un hermano, a una persona especial en la familia lo que mantiene la felicidad, de la misma forma como sucedió con nuestros padres al estar a la espera de nosotros. Esa es la emoción que sentimos durante estos días de Adviento. Pero la emoción se intensifica al saber que a quien esperamos es al Hijo de Dios; en manos de María bajo la protección de José.

El Adviento comienza cuatro domingos antes de la fiesta de Navidad. Es el inicio en toda la vida de la Iglesia ya que con ello comenzamos un nuevo Año Litúrgico, y qué mejor manera de iniciarlo que con la preparación de la venida de Jesús.

En este tiempo tenemos dos partes: la parte escatológica, compuesta por las dos primeras semanas de Adviento, que mira a Cristo hacia el final de los tiempos; y la segunda, la preparación del Nacimiento de Jesús como parte de la Historia, la Navidad. 

El profeta Isaías, San Juan Bautista y la Virgen María son las personas que nos ayudan a vivir la espera. El Adviento se convierte en un camino en el cual a cada paso se está cada vez más cerca de llegar al pesebre en donde morará la Sagrada Familia.

Con el profeta Isaías reconocemos que hay un Salvador que está en camino y nosotros estamos a la espera de Él, nos convertimos en profetas que anunciamos la llegada porque estamos seguros de que el Hijo de Dios llegará. Posteriormente con San Juan Bautista nos comenzamos a preparar para conocerlo; ya sabemos que el Hijo de Dios vendrá, ahora nos toca dar a todos la gran noticia de la Salvación. Y, por último, llegando casi al final del camino tenemos el anuncio hecho realidad en el vientre de María y aprendemos de la humildad y mansedumbre con la que Ella libremente aceptó ser la Madre del Salvador.

Sobre María recae la mayor atención en el Adviento, por ser Ella quien con su decisión y amor de Madre nos brindó la oportunidad a todos de recibir al Hijo de Dios entre los hombres.

Ahora nos encontramos nuevamente en el tiempo de la espera de la llegada del Salvador y tenemos la dicha de disfrutar estos días de una manera bella que nos ayuda a preparar nuestro corazón. La Corona de Adviento es un signo que reúne a toda la familia porque todos participan en su elaboración, se coloca desde el primer día de Adviento y cada parte de este signo tiene un mensaje que nos ayuda a evangelizarnos y a evangelizar.

Está conformada por cinco velas, que nos iluminan de la oscuridad y que se encienden una a una cada semana. Tres de ellas son moradas, que nos indican nuestro tiempo litúrgico,  y una rosa que nos indica la alegría de que estamos a una semana del nacimiento de Jesús; la quinta vela, la vela blanca, indica el Nacimiento de Jesús. Es de forma circular para señalar al amor infinito de Dios y su color verde significa la esperanza.

El tiempo de la espera del nacimiento de Jesús es de las épocas del año con más belleza y hermosura. Es por excelencia uno de los mejores momentos para comenzar a dar amor, por amor; porque Dios nos amó primero dándonos a su Hijo entre nosotros y después María nos mostró ese amor al decidir ser la Madre de Cristo. Es así que el Adviento también es la época de dar y de amar, y el mejor regalo que puede darse es el amor.

La llegada está cerca y la emoción por el día esperado, el nacimiento de Jesús, es el motivo más fuerte para vivir. La alegría y la belleza del calor de hogar que se viven en estos días es la espera que vale cada minuto; con el fin de llegar y vivir en armonía, en la intimidad de nuestros corazones con nuestros seres queridos, este tiempo de Adviento; para inmediatamente después llenarnos de júbilo por la Natividad del Señor. 

¡Prepárate para recibir a Jesús! Y deja que este tiempo de Adviento te llene de sencillez y humildad, pues Cristo viene por ti, viene por todos nosotros. 

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.