“Para ser santo, hay que estar loco”, diría San Juan María Vianey. Una afirmación no muy ortodoxa para todo lo que conocemos que conlleva la vida secular. Sin embargo, ¿a quién no le han llamado loco por querer seguir su corazón?

Sucede que, cuando tenemos una idea en nuestro interior, es como una fuerza imparable a la que no le importa por dónde pasar; ésta ha de llegar hasta donde es preciso que tenga que llegar. Y es por eso que nos llaman locos.

A veces, pareceremos seres incomprendidos, personas que simplemente no saben lo que quieren, o, más bien, son las demás personas quienes no entienden qué es lo que nos mueve y nos motiva. Y todavía más difícil de comprender, ¿por qué?

Porque pareciera que hay que estar loco para decidir cambiar esa carrera segura y prominente por una que nos haga más felices. Hay que estar loco para renunciar a ese trabajo que nos aseguraba ganar el dinero que nos daría la tranquilidad para hacer lo que verdaderamente nos gusta. Hay que estar loco.

La clave para entender a las personas “locas” es el amor. Porque una persona enamorada, hace locuras. Realiza acciones que desafían todos los pronósticos. Aquella persona tiene algo muy poderoso que los demás no tienen: tiene la fe necesaria para creer en lo que siente y por eso se deja llevar por su pasión. Y cuando eso sucede, ya no importa lo que digan los demás.

¿A ti te han llamado loco alguna vez por hablar de Dios? Si es así, ¡felicidades! ¡Enhorabuena!

Me es grato darte mis más cálidas felicitaciones y comunicarte que ahora puedes formar parte del grupo más loco de todo el mundo: los cristianos.

Porque el cristiano es la persona más loca que puede existir. Es aquél, es aquella, que siempre tendrá nuevos comienzos sin medio alguno para comenzar, tendrá proyectos que rayarán prácticamente en el campo de lo imposible, es aquella persona que enamorada se abandona en Dios sin reservas.

¿Te cuesta todavía creerlo? Si es así, ¿qué crees que podría parecer más loco: que alguien se vaya de viaje al primer lugar que se le ocurrió al otro lado del mundo o que una persona se atreva a enseñar en el mundo de hoy qué es la humildad, la obediencia, la pureza y los diez mandamientos?

Alguien realmente así de loco siempre buscará hacer sus locuras por alguien más. Es un enamorado, no lo olvides. Y aunque el mundo en el que ahora vivimos nos quiere enamorados de nosotros mismos, nosotros nunca seremos suficientes.

Mientras muchos buscan cómo conquistar al mundo con fama y poder, muchos más estamos con una cruz en la espalda que nos hace el camino más lento y difícil, a veces con soledad y otras veces con gran alegría. Y por todo eso y estas contradicciones nos hacen llamar locos.

¿Pero qué más da que nos llamen así? A quién le importa lo que diga la gente si estamos convencidos de que la Voluntad de Dios es lo verdaderamente razonable. Porque de esa manera logramos ver la razón de lo que es visiblemente irracional, entonces, ¿quién está loco?

A Jesús lo llamaron también loco, porque Él quiso dar su vida por los demás. ¿Qué mayor acto de locura que ese? Y si Jesús ahora nos está llamando a cada uno de formas irracionales para los demás, la verdadera locura sería, tras haberlo encontrado, no seguirlo hasta el fin del mundo.

El amor de Dios es un amor con aventuras y peligros, que siempre trae situaciones nuevas para conquistar y que siempre ofrece nuevas oportunidades para mostrar nuestra creatividad. El verdadero amor lleva a hacer locuras y Jesús siempre nos acompaña en cada una de ellas. El amor de Jesús no es para cobardes, es para locos, personas que hacen lo sensato sólo por amor.

Y si ahora hay quienes son capaces de caminar por la nieve descalzos, salen bajo la lluvia sin miedo a mojarse y se levantan todos los días a las 5 am solo por Jesús, ¿qué estamos dispuestos a hacer nosotros por Él?

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.