Recientemente una serie de circunstancias ocurridas en mi entorno me han llevado a una reflexión sobre el amor y el sufrimiento. Me refiero al amor tal como se vive en el seno de una pareja, aunque las conclusiones extraídas aquí se podrían aplicar a otro tipo de relaciones como pueden ser entre amigos o de padres a hijos.

La pregunta que me hago es la siguiente: ¿Cómo puede ser el amor causa de sufrimiento? ¿No será el amor una falsa, una ilusión, si a lo que nos lleva (demasiadas veces) es al mismo mal que tanto buscamos evitar?

Personalmente creo que el problema se plantea mal. La relación de amor con una pareja, corta o larga en el tiempo, no deja de ser real por mucho que pertenezca al pasado. Si esa ruptura provoca sufrimiento entonces he ahí la prueba de que el amor por la otra persona era muy real. Solo un verdadero psicópata que no tiene capacidad para amar a otros no sufriría tras una ruptura. El sufrimiento es entonces la prueba irrefutable del amor.

Nuestro Señor Jesucristo predicó el amor y amó, pero igualmente sufrió (y mucho). Y ese sufrimiento fue mil veces mayor en el alma que en Su propio cuerpo físico. Los tormentos de la Cruz indudablemente provocaron dolor y sufrimiento, pero mucho más sufriría al ver cómo frente a Su amor entero y completo por la humanidad, nosotros le respondíamos con absoluta indiferencia.

La cuestión clave a mi parecer no es el sufrimiento sino más bien qué salida le damos. Una mirada a nuestro alrededor nos demuestra que muchos lo utilizan como arma arrojadiza o como escudo para no volver a comprometerse. El razonamiento es demasiado sencillo: debo huir de aquello que me hace sufrir, por ende, amar a otra persona no es una opción segura porque me deja vulnerable a sufrir. Qué rápido es pasar del sufrimiento al odio. Cuánto odio hacia aquella persona que nos ha hecho sufrir, esa misma persona que en un comienzo yo amaba.

Este no puede ser el camino correcto. ¿Qué habría pasado si todo el sufrimiento de Jesús se hubiese convertido en odio y deseo de venganza? En términos de Justicia humana, ¿sí Jesús amó más que nadie, entonces Su sufrimiento y odio hacia los que no le amaron estaría más que justificado? Pero no es así como funciona el asunto. Dios respeta nuestra libertad y nuestra decisión de amarle. Él sufre sin lugar a duda al ver que Su infinito amor por nosotros es ignorado, pero no deja de amar por ello.

Cuánta falta hace recordar todo esto. ¿Si tenemos la posibilidad de amar, por qué renunciar a su belleza solo porque inevitablemente nos lleva al sufrimiento? Las parejas de este mundo no son perfectas, y muchas veces, desgraciadamente, lo que debía ser para toda la vida no se cumple. El dolor y el sufrimiento van a estar allí, pero parece justo pagar este precio por la oportunidad tan divina de amar a otro.

No usemos el sufrimiento de una ruptura como excusa para no volver a amar. Por supuesto que el sufrimiento está allí y debe ser tratado con delicadeza y cuidado. No pretendo ofrecer una excusa ni disminuir la importancia que tiene. Pero no dejemos de amar, nunca. Si esto de vez en cuando nos trae dolor y sufrimiento, suframos pues. Solo existe algo mucho peor que el sufrimiento: no amar.

Jacobo Regojo

Publica desde enero de 1970

Miembro del equipo de redacción de Tolkian.