¿Por qué?

¿Cuántas veces le hemos hecho esa pregunta a Dios?

Y es que, aunque a veces parece que las cosas ocurren por pura casualidad, en el fondo esperamos que haya algo sobrenatural detrás.

En el dolor, en la belleza, en la alegría, en unos planes que se truncan y toman un rumbo inesperado… Necesitamos que así sea.

Hace un par de años, tras una cena con amigos, conocí de forma muy random, en una parada en mitad de Madrid, a un chico francés.

Mientras esperaba a que llegara mi hermana, que también volvía de otra cena, entablamos una conversación en la que de forma muy graciosa, nos dimos cuenta de que vivíamos exactamente en el mismo pueblo.

Nos ofrecimos a llevarle en nuestro coche. Él venía del aeropuerto cargando una gran maleta, era tarde, y montarse en un bus en ese momento, debía ser para cualquiera la cosa menos apetecible del mundo.

Durante el trayecto, llegamos a otra conclusión más: era el primo de un chico con el que mi hermana había coincidido hace varios veranos en Francia.

Fue una situación muy curiosa. “¡Qué fuerte todo!”, le comenté a mi hermana una vez que este chico se había bajado del coche.

Después permanecimos un tiempo en contacto, pero no volvimos a vernos… sin más. La vida y ya.

La semana pasada fui a pasar el día a casa de mi prima. Soy muy friolera, y como pensaba ir a la misa de la tarde, me fui con tiempo suficiente para pasar por casa, y abrigarme un poquito más antes de esta. (Por la mañana no le había echado mucha cabeza a mi modelito y me estaba congelando).

Cuando ya había casi rodeado la manzana, me di cuenta de que me faltaba la mascarilla, y, a regañadientes pero sin otra opción, tuve que dar la vuelta para volver a por ella.

No es broma que mientras tanto, mi cabeza que se raya sola, se preguntaba cuál sería la razón por la que Dios me había hecho dar aquel paseo tan absurdo.

Justamente entonces, se me acerca un chico con un perro. “¿Es tuyo?”, me dice. “No”. Él me suena demasiado. “Oye, perdona ¿Cómo te llamas?”, Le pregunto. Cuando responde, caigo en la cuenta… ¡Era el chico francés!.

No siempre vamos a obtener la respuesta a ese “¿Por qué?”, y sin embargo, como digo bajo mi foto, estoy convencida de que todo pasa por algo.

Detrás de una acción, tal vez aparentemente sin importancia, puede esconderse un resultado de belleza y sentido. Desde mi punto de vista, es alucinante todo lo que llega a transformarse en “para bien” con el paso del tiempo. Seguir viviendo y mirar el lado positivo de las cosas, es sencillamente fundamental.

¿Y si de momento la respuesta es “todavía no”? merece la pena crecer en paciencia. Dios no es tú enemigo.

Mafalda Cirenei

Publica desde marzo de 2020

Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.