¿Qué es la libertad? Es una pregunta un tanto difícil de responder hoy en día, pues la cultura moderna pone sobre la mesa muchos aspectos que nos tratan de decir qué es.
Jacques Philippe, menciona que si este tema sigue dando de qué hablar, es porque cada siguen surgiendo nuevos significados sobre la libertad misma. En consecuencia, podríamos decir que si tanto se sigue hablando de ella es porque entonces sigue existiendo un deseo insatisfecho, de libertad.
Hablar de libertad es también hablar de amor, puesto que hoy en día sabemos que no existe verdadero amor sin libertad, gracias a la cual uno siempre irá relacionado con el otro.
Solemos considerar como falta de libertad, todo aquello que limita nuestros actos. Pueden ser las circunstancias en las que vivimos, tradiciones o normas sociales o familiares. Escenarios que seguramente nos han hecho guardar una gran cantidad de rencor en nuestro corazón convirtiéndonos, sin darnos cuenta, en unos prisioneros de nosotros mismos, y sin antes haber considerado nuestro regalo de libertad.
El hombre conquista su liberta interior en la misma medida en que se fortalecen en él, la fe, la esperanza y la caridad. Jacques Philippe, La libertad interior
Una parte esencial para el ser humano con su libertad consiste en el acto de elegir. Si no existe más que un escenario, es como si no existiera libertad alguna que ejercer lo que más nos conviene, pero, ¿qué hay si solo existe un escenario a elegir? Si solo existe un escenario del cual no podemos más que solo aceptar.
Los casos en los que no tenemos opciones pueden ser muchos y el ejercicio de la libertad se encuentra también ahí, pero, ¿cómo?
Por una parte tenemos el escenario más conocido (y querido) que consiste en elegir de entre varias opciones lo que más nos convenga. Algunos pueden incluso sentirse preferidos por siempre tener opciones. Por otro lado, en donde solo encontramos una opción también puede sentirse como una “preferencia” si lo que no hemos elegido simplemente llegó y nos causó alegría y placer. En este caso es muy fácil aceptar aquello que no se eligió, pero qué diferente es enfrentarnos con lo que nos desagrada y nos hace sufrir como la única opción y es la de aceptarla.
El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero más aún cuando acoge confiadamente la realidad que viene día tras día. Jacques Philippe, La libertad interior
Para ser completamente libres se nos pide “elegir” lo que no hemos querido, incluyendo evidentemente lo que jamás quisiéramos, pero paradójicamente, no podemos ser verdaderamente libres si no aceptamos no serlo siempre.
La parte conflictiva es esta: tener una verdadera libertad interior es aceptar todas esas cosas que incluso pareciera que van en contra de nuestra libertad misma. ¿Quién podría decir que no batalla con esto día con día? Incluso con las consecuencias de una mala decisión que puede que ahora nos mantengan atados de manos.
Quien desea tener una verdadera libertad interior, debe de entrenarse en la serena y gustosa aceptación de multitud de cosas que parecen ir en contra de su libertad.
Es muy bonito encontrar la forma en la cual la Providencia de Dios nos ayuda y nos conduce a volver a encontrar la paz en la libertad que anhelamos. Existen tres posibles actitudes que tomamos ante las circunstancias incómodas de nuestra vida, ellas son la rebelión, la resignación y la aceptación.
La explicación de cada una la puedes encontrar de mejor forma en este artículo que escribí hace ya algún tiempo: Rebelión, resignación y aceptación.
Lo realmente bello de esto, es que la esencia de la libertad y de aceptar ser libres se encuentra en la fe, la esperanza y la caridad.
Creer que Dios puede extraer un bien de todo lo que nos ocurre, ya es un acto de fe que acaba con la rebelión, pues como dice la Carta a los Romanos “Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28)
La esperanza es la semilla que dejamos germinar en nuestro interior, lo contrario a la resignación es precisamente eso, la esperanza. En el camino de la aceptación en libertad de nuestras turbulencias, siempre hay que dejar preparada la tierra del jardín de nuestro corazón para recibir buenas noticias.
Por último, y posiblemente el aspecto menos considerado con relación a las virtudes teologales, es la caridad, pero, ¿caridad con quién? Aceptar nuestra vida y sus problemas con ella es como un deber para ser plenos, pero, al ejercer la caridad con los demás, al mismo tiempo hacemos la caridad con nosotros mismos. Nos hacemos conscientes de las necesidades de los demás y así nos quitamos del centro del universo, por eso, no pueden faltar las bellas virtudes teologales en nuestro día a día, sobre las cuales hablaremos en otros artículos.
También soy una persona con mis propias batallas de aceptación, como tú y los que están a tu alrededor, pero somos hermanos donde quiera que nos encontremos, así que desde donde nos leas, ¡ánimo! Que juntos podemos salir de nuestras prisiones, te recomiendo el libro de Jacques Philippe, “La libertad interior” para seguir conociendo más acerca de Dios y de nosotros mismos.
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Diego Quijano
Publica desde abril de 2019
Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.
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