La unidad de la Iglesia de Cristo es, paradójicamente, un tema que divide a los que se hacen llamar cristianos. Aunque como católicos estamos totalmente claros que la unidad de la Iglesia se manifiesta en el catolicismo, es verídico afirmar que en la práctica no a todos les queda totalmente claro que así sea.

El presente artículo busca mostrar a la Iglesia nacida en Jesús, por María, y de la que habla el Nuevo Testamento en un contexto social y religioso que anuncia “caminos correctos” por doquier, anunciando mensajes que se corresponden entre sí, de un mismo Pastor. Eso es parte de la belleza del cristianismo.  Y es que la unidad de la Iglesia, comprende todo: desde su jerarquía hasta el magisterio que de ella proviene (dado por Jesucristo a sus apóstoles). Pero hubo siempre quienes no estuvieron tan de acuerdo.

El apóstol San Pablo se refiere a este tema tan pronto como el nacimiento de la comunidad cristiana, cuando se dirige a la congregación reunida en Éfeso, donde había mucha polémica alrededor de esto, diciéndoles que debían perseverar en “un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Efesios 4, 4).

Pero, ¿de quién es este cuerpo? Este cuerpo es del mismo Cristo, en un lenguaje místico, y también podemos llamarle Iglesia (del latín ecclesiae, “asamblea, congregación”). Pero siendo este el cuerpo de Cristo y siendo que Cristo solamente es uno, podemos afirmar de entrada que hablaremos de una sola Iglesia, un solo cuerpo, en correspondencia con la singularidad del Hijo.

Siendo Cristo una persona verdadera, hombre verdadero y Dios verdadero[1], goza de una unicidad completa y perfecta con sus miembros en un nivel espiritual como una persona la goza a nivel físico con sus órganos y partes. Siendo así, la belleza de la fe es la unidad que goza la Iglesia de Cristo como un todo.

Habiendo afirmado lo anterior y basándonos en ello, podemos afirmar sin temor al error y añadiendo el amor de Cristo a los hombres en su divinidad, que si el hijo es Uno, es Santo por cuanto es Dios, vino por todos, es decir, se hizo universal. Y requirió colaboradores para su obra, sus apóstoles; así también su Iglesia será reflejo de aquel que le dio origen, y esta será Una, Santa, Católica (universal) y Apostólica[2].

La iglesia es una

Jesús habla al Padre y pide por los suyos diciendo:

Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Juan 17, 17-21

¿Quiénes son los que están a su lado? ¿Quiénes son los que creeremos por su palabra? ¿De qué clase de unidad habla?

Los que están a su lado y el resto que va a creer por la palabra de los primeros, son los apóstoles y los bautizados respectivamente, y juntos formamos una Iglesia. Pero esta Iglesia debe estar unida en un mismo nivel que el Hijo con el Padre, y además esta unidad debe ser visible para que el mundo crea.

La Iglesia es una debido a su origen: “El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas” (UR 2). La Iglesia es una debido a su fundador: “Pues el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la paz, por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios… restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo” (GS 78, 3). La Iglesia es una debido a su “alma”: “El Espíritu Santo que habita en los creyentes, llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el principio de la unidad de la Iglesia” (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una:

¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos del universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay también una sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia[3] Clemente de Alejandría, paed. 1, 6, 42

Por María y en María

Además, cabe destacar que Cristo vino por María y solo por ella, ya que Dios Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por medio de María[4]. Y el mundo era indigno –dice San Agustín– de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de manos del Padre, quien lo entregó a María para que el mundo lo recibiera por medio de Ella. Dios Hijo se hizo hombre para nuestra salvación, pero en María y por María[5] esta unidad mística nace del seno de María. A la vez María se hace figura y Madre de esta. “Es Madre porque Dios Hijo quiere formarse por medio de María y, por decirlo así, encarnarse todos los días en los miembros de su Cuerpo místico, y le dice: Entra en la heredad de Israel” (BenS 24,13).[6]

Añadiríamos también que uno por uno, todos han nacido en ella (Cf. Sal 87 [86],6). Según la explicación de algunos Padres, un primer hombre nacido de María es el Hombre-Dios, Jesucristo; el segundo es un hombre-hombre, hijo de Dios y de María por adopción.[7]

Es figura porque Dios Espíritu Santo quiere formarse elegidos en Ella y por Ella, y le dice: En el pueblo glorioso echa raíces (BenS 24,13).[8]

María, desde la belleza de su alma y su santidad, administra las gracias de su esposo, Dios Espíritu Santo, como amada perfecta que es, y anticipa la unidad de los miembros de su Iglesia cuando se encuentra en el corazón de los fieles. Tanto así que cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa. Una de las razones por las que el Espíritu Santo no realice ahora maravillas portentosas en las almas, es que no encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble Esposa.[9]

Se afirma también que María es “fiel e indisoluble Esposa” porque desde que este Amor sustancial del Padre y del Hijo se desposó con María para producir a Jesucristo, cabeza de los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella se ha mantenido siempre fiel y fecunda.

Cada una de las Iglesias particulares es “católica”

Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre de Iglesias. En ellas, se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio de Cristo, y se celebra el misterio de la Cena del Señor. En estas comunidades, aunque muchas veces sean pequeñas, pobres o vivan dispersas, está presente Cristo, quien con su poder constituye a la Iglesia una, santa, católica y apostólica. LG 26

Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas: “La Iglesia de Roma ´que preside en la caridad´ (San Ignacio de Antioquía, Rom. 1, 1). “Porque con esta Iglesia en razón de su origen más excelente debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes” (San Ireneo, haer. 3, 3, 2; citado por Cc. Vaticano I: DS 3057). En efecto, desde la venida a nosotros del Verbo encarnado, todas las Iglesias cristianas de todas partes han tenido y tienen a la gran Iglesia que está aquí [en Roma] como única base y fundamento porque, según las mismas promesas del Salvador, las puertas del infierno no han prevalecido jamás contra ella (Cf. San Máximo el Confesor, opusc.).[10]

¿Quién pertenece a la iglesia?

“Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella, y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión. No se salva, en cambio, el que no permanece en el amor, aunque esté incorporado a la Iglesia, pero está en el seno de la Iglesia con el ‘cuerpo’, pero no con el ‘corazón'” (LG 14).

Por tanto, la respuesta a la pregunta de este apartado es: Todos los hombres. Por tanto, están invitados todos a esta unidad católica del Pueblo de Dios. A esta unidad pertenecen de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, cristianos e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de Dios (Cf. LG 13).

Referencias
[1] CIC. Credo de los Apóstoles.
[2] CIC. Credo Niceno constantinopolitano.
[3] CIC No. 813
[4] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 16
[5] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 16
[6] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 31
[7] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 31
[8] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 31
[9] Tratado a la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María. No. 36
[10] CIC. No. 834

Edwin Vargas

Publica desde marzo de 2021

Ingeniero de Sistemas, nicaragüense, pero, sobre todo, Católico. Escritor católico y consagrado a Jesús por María. Haciendo camino al cielo de la Mano de María.