Mi bus pasa por una urbanización con casas muy bonitas. Debido a la altura de este, llegas a observarlas por encima de sus vallas. Me encanta mirarlas y compararlas. Yo no hago parte de sus vidas, pero ellas hacen parte de la mía, de mi recorrido de siempre.

Todas ellas tienen algo que me gusta. Una piscina, una fachada… Todas menos una.

La casa de la esquina está cubierta de grandes plantas, malas hierbas y maleza. La naturaleza ha ido comiéndose el posible pasado espléndido de aquel hogar abandonado. La cabaña del árbol, muy probablemente testigo de antiguos juegos de niños ahora mayores, parece peligrosa e inestable.

En muchas ocasiones me he preguntado por su historia. Por todo aquello que sus paredes y muros podrían contarnos si hablaran.

Llevan mucho tiempo limpiándola. Lo sé porque el montón de ramas podadas apartadas a un lado del jardín, se va volviendo más grande con el tiempo. Sin embargo, hasta ahora no había notado diferencia alguna.

Hoy por fin, al pasar por delante, he podido apreciar que la casa posee unos enormes ventanales (justo como a mí me gustan) y que es mucho más bonita de lo que me imaginaba.

He experimentado sorpresa y tal vez, un poco de alegría por haberme equivocado. Aquella casa superaba con creces cualquiera de mis expectativas, veladas por una inexplicable desconfianza a encontrar belleza en ella.

Con las personas, a veces nos pasa lo mismo. Juzgamos dejándonos llevar por los prejuicios, olvidando que el interior esconde grandes tesoros.

—Creí que le odiabas —.
—No, papá —.
—Es muy rico, eso sí. Y tendrás mejores carruajes que Jane… ¿Pero eso te hará feliz? —.
—¿Tu única objeción es que me crees indiferente? —.
—Es un caballero orgulloso y poco agradable, pero no importaría si a ti te gustara —.
—Lo amo. Y no es orgulloso, me equivoqué. Lo juzgamos mal. No lo conoces, si conocieras como es en realidad y lo que ha hecho… —. Orgullo y Prejuicio

Hace un par de veranos, tuve la inmensa suerte de participar en la excavación arqueológica de una ciudad muy antigua. Al principio, todo me parecían valiosos objetos, pero al final no terminaban siendo más que simples piedras. A medida que iba aprendiendo a reconocer lo importante, puede darme cuenta de que un aparente trozo de barro, podía llegar a ser el fragmento de una vasija bizantina una vez que se sacudía la tierra que lo cubría.

Casi todos los gestos, casi todas las emociones y respuestas, tienen una explicación lógica debajo.

Creo en la idea de que un hombre es inocente hasta que se demuestre lo contrario, y si defiendo esa idea es porque he elegido creer en la bondad innata del hombre, he elegido creer que no todos los crímenes los cometen malas personas, y trato de entender, que personas muy muy buenas pueden hacer cosas muy malas. Las dos Caras de la Verdad, 1996

Mirar a una persona, no es sinónimo de conocer su corazón ni su pasado. El ser humano está lleno de una desconocida belleza, delicada y significante, capaz incluso de cambiar vidas.

Muchos arrastran dolores que tal vez nunca compartan contigo. Estar abiertos a conocer, dar la espalda a las faltas de caridad, es una forma de contribuir a cuidar los corazones de las almas.

Nunca sabrás lo que te pierdes si no estás dispuesto a querer a cada persona como se merece. No somos nuestro pasado porque no siempre somos lo que fuimos.

El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Juan 8,1

A mi, personalmente, escuchar la verdadera historia de la vida de alguien que generosamente decide abrirse a ti, y que pensabas que conocías, me ha sorprendido en no pocas ocasiones.

Nuestro deber como personas, es acoger con delicadeza aquel aparente trozo de barro, que tras sacudir la tierra que lo ensucia, puede desenmascarar una vasija de gran belleza.

Mafalda Cirenei

Publica desde marzo de 2020

Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.