¿También a ti te pesan los Mandamientos? ¿Amas al Señor pero haces siempre lo que te da la gana? No te asustes, solo quiero que sepas que soy como tú y he descubierto una solución: el amor.

A veces pensamos en “la Ley” y en el “sed perfectos” y nos invade una sensación de gran frustración y desolación. Nosotros somos hijos de un mundo que odia obedecer, hijos de un mundo en el que nadie ha de dar explicaciones. “Cumplir con el deber” parece haberse quedado en una simple frase vintage. Para nosotros no hay más ley que nuestra “voluntad”, aunque más bien deberíamos decir “impulsos”.

El Maligno frecuentemente distorsiona la realidad, nos desanima, nos hace pensar que las lecturas, el Evangelio y los salmos son solo un conjunto de normas y sermones que seguir al pie de la letra. Cuando nos paramos a considerar seriamente los Mandamientos nos angustiamos enseguida, nos venimos abajo, nuestro ánimo acaba por los suelos, pues vemos que es imposible ir al Cielo con nuestras pocas fuerzas.

No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Mateo 5, 17

El “programa de vida” de la Ley es muy ambicioso, es una locura, es imposible. Solo un amor profundo y grande permitiría seguir los Mandamientos… ¿tu lo tienes? Vale la pena buscarlo porque el Señor ha destinado para los que le aman una vida extraordinaria de amor.

Seguir la Ley del Señor no es utopía hippie, no consiste en imaginar un tranquilo mundo sin robos, ni muerte, sin ira o envidias… En el Evangelio de San Mateo hay un pasaje en el que Jesús explica que es grave cometer adulterio pero además añade que mirando con deseo a la esposa de otro, también estás pecando; cometes adulterio en el corazón. Aunque no mates a tu vecino, si le odias ya has faltado al amor.

Dice la Biblia que si uno llama a su hermano “imbécil” compadecerá ante el Sanedrín, y si lo llama “necio” también merece condena. ¿Quién puede resistir esto? Si tu ojo derecho te induce a pecar, ¿te lo sacarías y lo tirarías? ¿Quién ve belleza en una ley que exige tanto?

El que entiende que Dios es su Creador, su Padre, su mejor amigo. Quien entiende eso, quien ama a Dios por encima de a sí mismo, podrá gozarse en la obediencia. La Ley es el descanso en el Amor; el mayor tesoro es la paz alcanzada por la libertad de guardar los mandatos del Señor. ¡Dios te ha hecho libre! No lo dudes, no rechaces tu libertad, no temas a tu libertad. Jesucristo murió para que viviéramos; ante nosotros tenemos la vida o la muerte, como dice el libro del Eclesiástico: a cada uno se le dará lo que prefiera. 

El pueblo judío tenía la ley del divorcio, un matrimonio se rompía repudiando a la mujer sin perjuicio ninguno para el marido. Y vino Jesús a restaurar la ley, a darle cumplimiento y plenitud. Seguro que los discípulos se sorprendían, y como tú y yo, temían ser incapaces de estar a la altura.

Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. San Pablo, 1 Corintios 2, 9

La belleza de una ley cumplida por amor solo puede llevarnos al Padre, a Quien más nos ama y nos perdona. Una vida solo posible en su Gracia, no por nuestras fuerzas. Una vida dichosa para el intachable, para el que busca al Señor de corazón y ha visto las maravillas de su Ley, como vemos en el Salmo 119. Los Mandamientos no son un peso sino una oportunidad para elevar nuestro amor. 

Un amor imposible de vivir sin Dios. Es por eso que vamos a Misa, es por eso que nos nutrimos de los sacramentos, es por esa necesidad de vivir en el amor por lo que buscamos la intimidad con Dios en la oración. La caridad sostiene a la obediencia, la esperanza levanta al pecador, la fe te mueve a fiarte de los mandatos.

¿Qué quieres? ¿Quieres vivir a la altura del amor de Cristo? ¿Quieres vivir siendo luz y sal del mundo con la calidad de tu amor? ¿Quieres vivir un matrimonio con una calidad tan grande de comunión y amor? ¿Quieres ser capaz de querer a tu novio con castidad? ¿Es posible ir a la universidad sin criticar a los demás? ¿Es posible levantarse a la primera de la cama?

Todo se resume en tu libertad. Tu santidad no depende de tus esfuerzos humanos sino de abrir tu corazón a la belleza de la Gracia. La Ley del Señor es el Señor, es Cristo mismo. Y por eso viviendo con Él y para Él, dejando que en nuestro corazón este su Sagrado Corazón, se podrá vencer al mal.

Cambia tu vida, cambia tus hábitos, córtate la mano, córtate lo que te aleja. Si lo que te aleja es simplemente no rezar, córtate actividades y busca un rato en tu ajetreado día para estar con Dios, para escucharle.

Si tu corazón está lleno de Dios, ¿qué más necesitas? ¡Vive con la capacidad de amar de Cristo! Si no, ¿de qué te sirve ganar el mundo si pierdes el alma?

Guadalupe Belmonte

Publica desde marzo de 2019

Sitio web personal

De mayor quiero ser juglar, para contar historias, declamar poemas épicos, cantar en las plazas, vivir aventuras... Era broma, solo soy aspirante a directora de cine, mientas estudio Humanidades y disfruto con todo aquello que me lleva Dios.