Hablamos de un hecho puntual: tres días después de Su Resurrección, Jesús se aparece a dos discípulos en el camino de Emaús; remarco que no es en cualquier camino, sino que es uno puntual, preciso.

Si tienen una Biblia a mano, si pueden y quieren, es tal la belleza de este pasaje que no quiero dejar de decirles: léanlo. Mediten la Palabra de Dios, métanse en la escena de Emaús; no dudo en que es la vida de cada uno de nosotros. La Palabra de Dios siempre nos dice mucho más de lo que pensamos, porque en Dios no hay tiempo, y ese mismo día sigue siendo nuestro día.

Muchas veces en la vida nos identificamos con aquellos caminantes; de por sí ser cristiano significa ser un caminante, y todos recorremos caminos distintos y a la vez el mismo: el camino de Emaús. Literalmente “Emaús” quiere decir “aldea”, en general. San Josemaría Escrivá decía que “nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre. Y Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra” (Amigos de Dios n° 314).

Cabe destacar que los discípulos se dirigían en dirección contraria a la recomendada por el Señor, que era Galilea. Estaba lejos de la mente de estos discípulos encontrar a Jesús vivo luego de lo que pasó en el Calvario. Sin embargo, no es obstáculo alguno para que el Señor se ponga manos a la obra para que los dos regresen. Dios no da nunca a nadie por perdido. En lo hondo de su corazón, estos dos hombres profesan un fervor extraordinario hacia Jesús. Aun estando tan desolados, los discípulos no se han desligado del todo; ciertamente, desbordan veneración hacia su antiguo Maestro.

Entre lecturas que hacía para poder acercarles esta reflexión me detengo en una que me llamó totalmente la atención: el pasaje nos da a conocer el nombre de uno de los discípulos: Cleofás. El otro no tiene nombre, tal vez para que podamos ocupar su lugar. Así pasaremos a ser realmente protagonistas de la escena. La Palabra de Dios rebalsa de Belleza, en el Evangelio no sobra ni falta nada, el Señor no deja ningún detalle al azar.

Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cf. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal. Papa Francisco, Carta Apostólica en forma de “Motu proprio”: Aperuit Illis

Jesús se acerca, se acerca buscando nuestra mirada. En este pasaje vemos como Jesús nos lo pone fácil, consigue que las personas tropiecen con Él; Él está siempre junto a nosotros y es Él que se acerca a nosotros, no nosotros a Él. Si queremos alcanzar la santidad basta dejar que se acerque más y más.

En esto el pasaje nos demuestra que, a pesar de que tenían mucha admiración por el Maestro, sus ojos estaban incapacitados para reconocerle; para reconocer algo primero hay que conocerlo, y el conocimiento que hay de Dios suele ser muy vago, generalmente la idea que se tiene de Dios se parece muy poco a Él.

No hay nadie que haya conocido la misericordia de Dios y que no le reconozca en el sacramento de la Confesión; que haya conocido su caridad y que no le reconozca en los más necesitados; que haya conocido su vida de trabajo en Nazaret y que no le reconozca en su labor profesional; que observe su humildad en Belén y que no lo reconozca en la Eucaristía; su dolor en el Calvario y que no le reconozca en los que sufren. Antonio Schlatter

Cristo camina junto a aquellos hombres, provocó el encuentro para volver a rescatarlos, que regresen a Él (cfr. Sal 23; Lc 15: 4-7; Jn 10); Cristo se somete a nuestra capacidad y logra abrir el corazón de los hombres con palabras sencillas:¿Qué ha pasado?”. Él conoce lo que pasó, pero da pie a la conversación. Estos discípulos se refieren a su Maestro en pasado “que fue”, “que hizo”; solemos olvidar que, como en ese momento, Jesús está vivo y camina junto a nosotros, está a nuestro lado ahora mismo.

No encuentro mejor manera de explicarlo que como lo hace el autor anteriormente mencionado:  Jesús provoca el encuentro del cristiano con la Cruz y seremos buenos cristianos en la medida en que sepamos aprovecharnos de ese sufrimiento. Evitar la Cruz sería evitar la Redención, evitar el dolor en nuestra vida sería evitar nuestro papel corredentor. Ya no podríamos ser Cirineo, Verónica, Juan, Susana, Longinos, María Magdalena, Nicodemo, Juana… Seríamos muchedumbre anónima, habríamos perdido hasta el nombre.

Así como Jesús provee este encuentro, les pregunta a sus discípulos para hacerlos entender: “¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?”. Imagínense cómo habrá explicado esto, comenzando por Moisés y explicándoles todas las Escrituras que referían a Él.

Es esta la clave de interpretación victoriosa no solo del paso del Señor del sufrimiento y la muerte de la vida presente a la vida inefable y real de la resurrección; sino también paradigma profético prometido para todos los que se unen a Él por la fe, el espíritu y la novedad de conducta. Es la Pascua, es el “paso” (cf. Ex 12, 11) del Señor, es la salvación que deriva de la inmolación de Cristo (cf. 1 Cor 5, 7). Por todo ello, es este un domingo caracterizado por la esperanza (cf. Lc 24, 21). Pablo VI, Regina Coeli del 09-04-1978

Es un Evangelio caracterizado por la esperanza, aquellos hombres recobraron la esperanza por hablar con Dios; observamos el poder de la oración. Cristo se acerca, se tropieza en tu camino, te tiende lazos de amistad, quiere unir tu corazón con el Suyo, es la belleza de la amistad.

Los discípulos le dicen: “Quédate con nosotros esta noche, porque se hace tarde y está ya anocheciendo”. Cleofás y el otro buscan una excusa para invitar a Jesús y seguir charlando con Él. Podríamos decir que Cristo sabía que acabarían invitándole a entrar, pero igual en esa escena Él iba a seguir camino. ¿Por qué? Dios es inmensamente delicado al tratar con las almas, no es Jesús amigo de las cosas bruscas ni de violentar; respeta tu libertad, la medida en que Jesús entra a tu corazón es la medida en que te abres con Él. Cristo no va a entrar por la ventana, tenés que abrirle la puerta.

“Quédate con nosotros, porque ha oscurecido…”. Fue eficaz la oración de Cleofás y su compañero. ¡Qué pena, si tú y yo no supiéramos “detener” a Jesús que pasa!, ¡qué dolor, si no le pedimos que se quede! San Josemaría Escrivá, Surco N° 671

Es momento de invitar a Cristo a quedarse en nuestras vidas, no olvidemos lo que dice el libro del Apocalipsis cuando dice Jesús que está a la puerta y llama. Si alguno oye Su voz y le abre, Él entra para cenar juntos (cfr. Ap 3,20). Jesucristo llama a nuestra puerta a través de las Sagradas Escrituras; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y el corazón entrará a nuestras vidas y se quedará.

Llegó el momento: luego de que Jesús pase a la casa de los discípulos, tras charlar con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo distribuyo entre ellos; en ese momento cayó la venda de sus ojos. ¡Lo reconocieron al partir el pan! Ese hombre es Jesús. La Eucaristía es el culmen de la vida cristiana.

Jesús, con todo este proceso, el acercárseles, entrometerse en su conversación, caminar junto a ellos, quedarse junto a ellos, hablarles y partir el pan con ellos, logra encender sus corazones, avivar la llama dentro de ellos. Y cuando un corazón está alegre y enamorado, nadie lo para. Y cuando lo reconocen, el mismo Cristo desaparece, de modo que el corazón de los discípulos grita con más fuerza que era Cristo el que había estado con ellos.

Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya y se nubla el camino; porque temo perder las huellas que he seguido: no me dejes tan solo y quédate conmigo.

¡Qué aprisa cae la tarde!… ¡Quédate al fin conmigo! E. Champourcin

Con Él vino la alegría y los deseos de emprender nuevos caminos: “y se levantaron a toda prisa y regresaron a Jerusalén”. Volvieron a tomar las riendas de una vida dirigida al Señor, cumpliendo lo que Él pidió desde un principio, que se dirijan hacia la Tierra Prometida. Ese fuego que Cristo encendió en nosotros para que no se apague debe propagarse, ¡alimenten y propaguen ese fuego de Cristo!

Para los discípulos de Emaús fueron de gran importancia dos cosas: la Palabra de Dios y la Eucaristía. ¿Cuán importantes son estas dos cosas en nuestras vidas?

Porque todo es camino, porque por estas cosas me conduces con mano misteriosa a la luz de Tu rostro. Miguel D’Ors, La música extremada

Son estas cosas las que nos conducen a una relación más íntima, más profunda con el Señor. Permanezcamos siempre fieles al Señor en nuestro particular camino de Emaús; pídele a Cristo las gracias que estas necesitando para reconocerle, para ver Su rostro. Como cristiano tenés la seguridad de que Jesús vive y está a nuestro lado, nunca abandona a los suyos; como fieles discípulos de Él, no le abandonemos nosotros tampoco.

Si te alimentas de estas cosas que he mencionado: Su Palabra y la Eucaristía, podrás afirmar como San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4, 13).

Gabriel M. Acuña

Publica desde marzo de 2020

Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!