El famoso monte de los olivos no resultaba ser como lo había imaginado.

Había leído, antes de mi viaje a Jerusalén, que algunos de esos árboles incluso pertenecían al siglo I, por lo que esperaba encontrarme con un lugar que se hubiera mantenido prácticamente intacto respecto a como era entonces.

Dado que no íbamos con guía, ya que nuestra estancia en aquella cuidad no era meramente peregrinatoria, mis amigos y yo la conocimos investigando por nuestra cuenta y guiándonos por nuestro instinto.

Para asegurarme de que este era el famoso huerto, pregunté a varias personas hasta que obtuve mi confirmación definitiva. Mi decepción provenía de la poca cantidad de olivos que allí había.

Puntualizo que Jerusalén en ningún momento me resultó poca cosa. A mi parecer estaba rodeada de continua belleza.

A lo largo del día, el reflejo del sol en sus edificios iba empapando la cuidad de diversas luces que bailaban sobre una gama de colores amarillos, naranjas y azules. Sus impresionantes amaneceres los protagonizaba un imponente circulo rojo, que iba perdiendo su colorada potencia a medida que se alzaba.

Me senté a hacer oración en un muro bajito, estratégicamente colocado para evitar caídas y desde donde podía verse la cuidad entera.

Vistas a la ciudad desde el Monte de los Olivos

Fijé mi vista ladera abajo y, cuando acabé de recorrerla con la mirada, seguí alzándola hasta encontrarme con la cúpula de la roca… y me di cuenta de que, por muy cambiada que estuviera, recrearse en aquella ciudad no era tan complicado.

Decía Santa Teresa que “la imaginación es la loca de la casa”, y sin embargo, también puede resultarnos clave para llenar nuestras vidas de belleza, por lo que decidí recurrir a ella.

Improvisando, realicé algunas modificaciones en mi cabeza. Cambié la mezquita por el antiguo Templo de Jerusalén, transformé en tierra las carreteras de asfalto, suprimí los edificios modernos que detrás de la muralla se observaban y, por último, oscurecí un poco el ambiente.

Me encontraba en el mismo sitio en el que Jesús, tras una cena íntima en la que había lavado los pies a esas personas a las que tanto quería, durante la noche de un jueves muchos siglos antes, había llegado paseando con algunos de sus discípulos recién salidas las estrellas.

Allí, sin contar con el apoyo de sus amigos, que prefirieron quedarse dormidos antes que ofrecer su cansancio por Jesús necesitado de cariño y compañía, suplicó a su Padre que le librara de todo aquello que estaba por padecer.

Decía: Abba, Padre, todo te es posible; aleja de mi este cáliz; mas no sea lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieres. San Marcos 14, 36

Justamente allí, no importaba si 10 metros más adelante o 10 metros más atrás, el mismísimo Dios había sentido soledad y temor, quedando finalmente avergonzado y humillado, al recibir con un beso la traición de su amigo Judas.

El traidor les había dado esta señal: A quien besare yo, ese es; prendedle y llevarle a buen recaudo. Al instante llegó y se le acercó, diciendo: Rabí, y le besó. San Marcos 14, 44-46

Desde este huerto, Dios hecho hombre, temblando de incertidumbre, tras ser apresado por los soldados y haberse entregado libremente por amor, habría recorrido maniatado la cuesta abajo que marcaba el fin del monte en el que yo ahora mismo rezaba, para comenzar la subida de otra empinada y fatigosa cuesta que le llevaría a casa del pontífice.

Era cierto que el terreno había sufrido modificaciones, pero al fin y al cabo, ese era el paisaje. Lo que yo veía, era lo mismo que había visto Jesús un tiempo atrás mientras sudaba sangre.

Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra. San Lucas 22, 44

Menuda noche la que le esperaba a la bondad personificada, después de sufrir orando y antes de dar la vida por cada uno de nosotros. ¡Cuánto desprecio y falta de amor al que más había amado!

Aquel día, con el empleo de la imaginación, convertí la belleza de la oración en una obra de arte. Pude sentir a Dios muy cerca y me resultó más fácil valorar el sacrificio de la Pasión de Cristo.

Hoy desde nuestras casas, aun a muchos kilómetros del lugar donde se narran los evangelios, te invito a utilizar la fantasía y el sentido común, para poder revivir de la manera más fructífera cada episodio de la vida de Jesús.

Mafalda Cirenei

Publica desde marzo de 2020

Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.