A la gente le encanta ver “como el Grinch se robó la Navidad” cada año. Podríamos imaginar muchas razones de sentido común para eso, explicaciones como: “es un clásico”, “de los mejores papeles de Jim Carrey”, “es para pasar un rato en familia”, “me hace recordar a alguien”, etc. Sin embargo, una de las razones más importante tiene que ver con lo milagroso; tiene que ver con la vida espiritual de Grinch y su increíble conversión.

El Grinch, ese personaje memorable del clásico relato infantil del Dr. Seuss, tenía el corazón dos veces más pequeño que el resto y odiaba todo lo relacionado con la Navidad. No obstante, a lo largo del relato sufre una profunda transformación cuando descubre que la Navidad es algo más que decoraciones y regalos.

Tal vez el relato del Grinch sea tan memorable porque, si somos francos, puede que nos identifiquemos con él. ¿Quién no se ha sentido abrumado por las agendas apretadas, el estrés de encontrar regalos, la presión de planificar comidas y eventos? De hecho, los psicólogos nos dicen que durante esta época de alegría y buena voluntad, muchos sienten pesar y tristeza.

Hay otras palabras, de mayor precaución, que también son dignas de nuestra consideración, palabras tales como:

A cada Quién

en Villa-Quién

la Navidad le encantaba…

Pero el Grinch,

quien moraba al norte de Villa-Quién,

¡NO LA SOPORTABA!

Cómo el Grinch robó la Navidad, Dr. Seuss

Si bien es cierto que podemos hallar materialismo y ansiedad en la Navidad, cuestión por la cual el Grinch comienza a odiarla, también es cierto que, si tenemos ojos para ver, podemos experimentar el poderoso mensaje del nacimiento del Hijo de Dios y sentir la esperanza y la paz que Él brinda al mundo. Nosotros, al igual que el Grinch, podemos ver la Navidad con nuevos ojos. No olvidemos que:

El Señor esta cerca Flp 4, 5

Si bien Navidad es un tiempo concreto del año donde esperamos ansiosos la llegada del Mesías al mundo, podemos afirmar con seguridad que cada día de nuestra vida debe esperar la llegada del Mesías, del Dios Vivo, a nuestros corazones. Nos debemos preparar para recibir Su Mensaje y recibirlo a Él.

Me encontraba leyendo para poder traerles un mensaje, y permítanme dejarle algunas conclusiones y consejos de esa lectura:

I.                     Regocijémonos en el nacimiento del Salvador

Cuando Jesús nació, el gozo en los cielos fue tan grande que no se pudo contener, las huestes angelicales partieron el velo y proclamaron a los pastores “nuevas de gran gozo… [alabando] a Dios y [diciendo]: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (cfr. Lc 2, 10; Lc 2, 13-14). Los magos “se regocijaron con gran gozo. Y cuando… vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes” (Mt 2, 10-11)

Es apropiado de nuestra parte esperar y regocijarnos en Su llegada.

II.                   Meditemos en su influencia

Cuanto más comercializada y llena de eventos se torne nuestra vida, más difícil es ver en dónde se encuentra Dios, se vuelve difícil seguir Su camino. Si observamos esto, es mejor aminorar un poco la carga y reconsiderar nuevamente lo importante: el mensaje de Jesús para nuestra vida.

El Grinch odiaba la Navidad porque no la comprendía, porque nadie le ayudó a comprenderla, nadie le explicó su significado; cuando el recordaba, volvía a pasar por el corazón, la Navidad solo podía observar burlas a su alrededor. La falta de Espíritu navideño es la falta de comprensión, la falta de perdón. Estamos transitando un tiempo especial, que sea particularmente un tiempo de renovación y de volver a comprometerse a vivir según la Palabra de Dios y a obedecer Sus mandamientos. Al hacer eso, lo honramos mucho más de lo que lo haríamos con luces, regalos y fiestas.

III.                 Anhelemos Su venida

Aguardemos anhelosamente Su venida. Los antiguos discípulos de Jesucristo anhelaron el tiempo cuando Él regresaría. Para ellos la mortalidad era un tiempo para alistar sus lámparas y prepararse para el regreso de su amado Salvador.

¡Debemos prepararnos para Su venida y ayudar a otros a prepararse!

El Señor se dirige a Juan diciendo: “Ten en cuenta que vendré pronto” (Ap. 22, 7). Seamos sabios y velemos por Su venida, tengamos en cuenta las palabras de Juan al oír todo esto, él responde:

¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Ap. 22, 20

Por último, si buscamos lo negativo de estos tiempos, de la Navidad y de cualquier otro tiempo lo hallaremos, nos veremos rodeados de consumismo, banalidades, la codicia, etc.  A continuación, dejo las palabras del Grinch:

Al igual que el Grinch, podemos murmurar y quejarnos, volvernos fríos, sin embargo si buscamos lo bueno veremos todo con nuevos ojos. El Grinch aprendió lo bueno cuando pudo ver más allá de la parafernalia mundana de la Navidad. Los invito a ver lo siguiente:

El Grinch se transforma en cuestión de segundos de un vil villano, a una criatura inspirada para servir a los demás por amor. Por la gracia recibida, su corazón se expande más allá de lo esperado.

El Señor da vista a los ciegos,
el Señor sostiene a los agobiados,
el Señor ama a los justos.

Salmo 146, 8

Si comenzamos a ver con nuevos ojos, con la mirada de Cristo, nuestro corazón cambiará. San Pablo nos dice: “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hb 12,2). El Grinch nos enseña que este es un tiempo especial, y que Él anda buscando pesebres donde nacer.

Gabriel M. Acuña

Publica desde marzo de 2020

Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!