Ante todo agradezco a la Virgen que me permite volver a escribir sobre Ella y le encomiendo a Ella a cada uno de los que estén leyendo.

En mi primer escrito, mi primera nota, mi primera reflexión para Focus, me tocó hablar sobre “un gran regalo personal que hace Cristo a cada hombre”, donde escribí sobre María; hoy para mí es un regalo poder volver a retomar el tema y recordar, “volver a pasar por el corazón”, que María siempre está presente. Sin más vueltas… ¡comencemos!

La entrega de Jesús de su Madre significa un Don que Cristo hace personalmente a cada hombre. Es el regalo de Él para nosotros; no le bastó con regalarnos la creación, la vida, el perdón, sino que fue más allá y nos dejó a su Madre Santísima como Madre Nuestra.

María se unió íntimamente a su sacrificio, un sacrificio que implicaba seguir guardando cosas en su corazón (cfr. Lc 2,19). Jesús, en sus últimos suspiros, le otorga una misión a su Madre: “Ahí tienes a tu hijo”. Estas palabras de Jesús provocaron en la Virgen un aumento de amor materno por nosotros y, asimismo ensancharon su corazón para que toda la humanidad creada, hasta ese momento y en el porvenir de los años, pudiéramos disfrutar de su amor.

Es verdad que hay un solo intermediario entre el Padre y nosotros: Cristo. Aun así, hay personas que no comprenden la necesidad de recurrir a la Virgen para conseguir la intimidad con Jesucristo, el Salvador. ¡María no vive más que en Cristo y en función de Cristo! Santo Tomás dice: “Corresponde el acercar y unir a aquellos entre quienes ejerce tal oficio; porque los extremos se unen por un intermediario“.

Unir los hombres a Dios es propio de Jesucristo que los ha reconciliado con el Padre, según las palabras de San Pablo: “Dios reconcilió al mundo consigo mismo en Cristo” (II Cor 5,19). Por eso solo Jesucristo es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, cuanto por su muerte reconcilió con Dios al género humano. Igualmente, después de decir San Pablo: “Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hecho hombre”, continúa: “que se ha entregado en rehén por todos”. Nada impide, sin embargo, que, en cierto modo, otros sean dichos mediadores entre Dios y los hombres, en tanto cooperan a la unión de los hombres con Dios, como encargados o ministros. Garrigou-Lagrange O.P, Las tres edades de la vida interior

La Virgen intercede por cada uno de nosotros y obtiene las gracias específicas que necesitamos. Lo mismo que para una madre sus hijos son únicos y diferentes entre sí, así somos nosotros para María. Ella guarda siempre para nosotros una sonrisa en los labios, una mirada que invita a la confianza; es la belleza de sus gestos, es la belleza de su Inmaculado Corazón la que nos acerca más y más a Ella, y por ende a Jesucristo.

Luego  de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia celebra la memoria del Corazón Inmaculado de María. La continuidad de las dos celebraciones es ya, en sí misma, un signo litúrgico de su estrecha relación: el misterio del Corazón del Salvador se proyecta y refleja en el Corazón de la Madre que es también compañera y discípula. Así como la solemnidad del Sagrado Corazón celebra los misterios salvíficos de Cristo de una manera sintética y refiriéndose a su fuente —precisamente el Corazón—, la memoria del Corazón Inmaculado de María es celebración resumida de la asociación “cordial” de la Madre a la obra salvadora del Hijo: de la Encarnación a la muerte y Resurrección, y al don del Espíritu.

Inmaculado Corazón de María, sé la salvación del alma mía.

El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia en la Congregación para el Culto Divino nos enseña que la devoción al Corazón Inmaculado de María se ha difundido mucho después de las apariciones de la Virgen en Fátima, en el 1917. A los veinticinco años de las mismas, en el 1942, Pío XII consagró la Iglesia y el género humano al Corazón Inmaculado de María, y en el 1944 la fiesta del Corazón inmaculado de María se extendió a toda la Iglesia.

El eterno amor del Padre, manifestado en la historia de la humanidad mediante el Hijo que el Padre dio «para que quien cree en Él no muera, sino que tenga la vida eterna», este amor se acerca a cada uno de nosotros por medio de esta Madre y adquiere de tal modo signos más comprensibles y accesibles a cada hombre. Redemptoris Missio — Juan Pablo II

Se ha formado el misterio de la Redención bajo la belleza del Corazón Inmaculado de la Virgen de Nazaret al pronunciar su “fiat”. Desde aquel momento, este corazón virginal y materno al mismo tiempo, bajo la acción particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y va hacia todos aquellos que Cristo ha abrazado y abraza continuamente en su amor inextinguible. Y por ello, este corazón debe ser también maternalmente inagotable. 

Entonces, como afirma San Juan Pablo II en Redemptoris Mater, la mediación materna de María es “mediación en Cristo”.  Cabe aclarar que María no quiere atraer la atención hacia su persona. Vivió en la tierra con la mirada fija en Jesús y en el Padre celestial. Su deseo más intenso consiste en hacer que las miradas de todos converjan en esa misma dirección. Quiere promover una mirada de fe y de esperanza en el Salvador que nos envió el Padre. Con esta mirada de fe y de esperanza, impulsa a la Iglesia y a los creyentes a cumplir siempre la voluntad del Padre, que nos ha manifestado Cristo.

Entre las criaturas nadie mejor que María conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio.  Se refleja en las palabras que Ella dirige a los sirvientes en Caná:

Hagan lo que Él les diga Jn 2, 5

Ellos siguieron su consejo y llenaron las tinajas hasta el borde. Esa misma invitación nos la dirige María hoy a nosotros. Es una exhortación a entrar en el nuevo período de la historia con la decisión de realizar todo lo que Cristo dijo en el Evangelio en nombre del Padre y actualmente nos sugiere mediante el Espíritu Santo, que habita en nosotros.

León XIII, en una Encíclica sobre el Rosario, dice: “Por expresa voluntad de Dios, ningún bien nos es concedido si no es por María; y como nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, así generalmente nadie puede llegar a Jesús sino por María”.

Jesús es un camino transitable, abierto a todos. La Virgen María hoy nos lo indica, nos muestra el camino: ¡Sigámosla! Y Tú, Madre Santa de Dios, acompáñanos con tu protección. Amén. Benedicto XVI, Homilía del 01-01-2012

La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo. Ella es “omnipotente por gracia”.

Mujer, eres tan grande y tanto vales, que quien desea una gracia y no recurre a Ti, quiere que su deseo vuele sin alas  Divina Comedia, Par XXXIII, 13-15

De San Bernardo, uno de los grandes Doctores de la Iglesia y gran impulsor de la mariología, he aprendido que siempre Ella encontrará la gracia y sola la gracia es lo que necesitamos. La prudente Virgen no buscaba sabiduría, como Salomón, ni riquezas, ni honores, ni poder, sino gracia. Y a la verdad es solo la gracia por la que nos salvamos.

¿Para qué deseamos nosotros otras cosas? Busquemos la gracia y busquémosla por María, porque Ella encuentra lo que busca y no puede verse frustrada. Busquemos la gracia, pero la gracia en Dios, pues en los hombres la gracia es falaz. Busquen otros el mérito, nosotros procuraremos cuidadosamente la gracia.

¡Madre! —llámala fuerte fuerte—. Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la Gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de su caricia: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha  San Josemaría Escrivá, Camino, n° 516

Al igual que es fácil querer a una madre, es fácil querer a la Virgen María; al fin y al cabo no solo es Madre de Dios, sino que también es nuestra Madre. ¿Qué hijo no le habla y se acerca constantemente a su madre? Es necesario frecuentar el diálogo con María para unirnos más íntimamente con Ella y que de este modo nos acerque más a Jesús quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

Como buenos hijos debemos amar cada día a nuestra Mamá del Cielo; sabemos que Ella es regalo de Jesús, y Dios nos otorga el Inmaculado Corazón de María para nuestra salvación, para acercarnos más a Él.

Pidámosle a la Virgen María las gracias necesarias para mantenernos en el camino de la salvación que nos conduce hacia el Padre.
Totus Tuus.

Gabriel M. Acuña

Publica desde marzo de 2020

Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!