El Papa Francisco proclama: “¡Todos estamos llamados a la santidad!”. También Jesús en el Evangelio nos invita a ser perfectos, como su Padre Celestial es perfecto. Bueno, esta “perfección” a la que se refiere Jesús, es la misma “santidad”, pues la santidad es el grado más alto de perfección. Además, el Señor es Santo, por ende su Iglesia es santa, por lo que nosotros, como miembros del cuerpo místico de Cristo – que es la Iglesia – estamos llamados a ser santos como nuestro Señor y Redentor.

Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo. MATEO 5, 48

San Josemaría Escrivá de Balaguer, conocido por ser el fundador del Opus Dei, era un sacerdote español que cada día insistía a sus fieles en el llamado universal a la santidad, haciendo énfasis en la posibilidad de éste llamado, pues éste solamente requiere un único y simple elemento que encontramos en la Bienaventurada Santísima Virgen María: el Fiat, y con ése “Fiat” nos referimos como católicos a la respuesta de María en el momento de la Anunciación.

María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. Y el Ángel se alejó. LUCAS 1, 38

Una vez mi director espiritual me dijo que para ser santo no es necesario tener visiones místicas, ni tener el poder de realizar milagros, ni cualquiera de estas cosas que creemos que son requisitos para llegar a la santidad. Para ser santos, me decía él, solo son necesarias tres cosas: hacer todo por amor, con amor y para el Amor – que es Jesús –. Tal vez en ese momento no comprendía muy bien sus palabras, pero poco a poco fui entendiendo que Jesús santificó su vida – aún cuando ésta ya lo era – haciendo todo por amor, con amor y para el Amor, que era su Padre.

No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. SAN JUAN 15, 13

Jesús hizo de su vida el testimonio de amor más grande que jamás se haya visto en la historia de la humanidad, no solamente por dar su vida en amor por sus amigos, sus discípulos, por nosotros; sino que cada día santificaba su vida a través del amor y algo de lo que no tengo dudas es que humanamente esto lo debió haber aprendido de su Madre Inmaculada, quien seguramente todo lo que hacía lo hacía con amor, por amor y para el Amor, quien es Dios mismo.

El amor de Dios hacia nosotros es tan amplio, como los brazos extendidos de Cristo en la Cruz. ANÓNIMO

Hay tantos santos que a lo largo de la historia han sido elevados a los altares por la Iglesia, son nuestros amigos, nuestros hermanos mayores que con su testimonio de vida nos invitan a nosotros -peregrinos en esta tierra- a ser santos como ellos y como nuestro Señor, pues nos demuestran que la santidad no es algo imposible, sino que es algo que cualquiera que se lo proponga puede alcanzar, sí, cualquiera.

Hacer lo ordinario, extraordinariamente bien. BEATO DOMINGO ITURRATE

Con esto, queridos lectores, la invitación es a santificar todas nuestras acciones con amor, incluso las más pequeñas, pues haciendo esto, estaremos haciendo de lo ordinario, algo extraordinario.

Que María, Reina de todos los Santos, nos acompañe en nuestro camino hacia la santidad.

John Sergio Reyes León

Publica desde julio de 2020

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Soy un joven de 18 años de edad nacido en Bogotá pero residente en Medellín, la ciudad más católica de Colombia. Trato de seguir el ejemplo de los evangelistas al relatar la buena nueva que Dios ha hecho en mi vida. Parafraseando a san Pablo: Ahora no hablo yo, es el Espíritu Santo el que habla en mí.