Seguramente ya conoces muy bien a San José. Estamos en su año y has debido de oír decenas de charlas y homilías sobre él. En Focus también le hemos dedicado muchos artículos, pero ¿has llegado a entender por qué es tan importante? Nunca nos cansaremos de él, es un santo excepcional, el varón justo, con una vida interior envuelta en el silencio, que este año resuena en toda la Iglesia.

Para conocer a San José debemos conocer su vida interior. Dice la Biblia que era un varón justo, es decir, un hombre que cumplía los mandamientos dados a Moisés y los preceptos de la tradición judía. Pero no como un súbdito, sin voluntad, sino como hombre libre, como aquel que aparece en los salmos: el que cumple la ley es el hombre que encuentra en los mandatos del Señor la delicia.

Se le dan muchos nombres a San José; se dice que es padre legal, padre putativo, padre nutricio, padre educador, padre adoptivo, padre vicario de Dios (su oficio de padre reflejo de Dios), y muchos otros nombres. También es importante el hecho de que San José pertenece a la descendencia de David y a través de él se llevarán a término las profecías. No es un hombre cualquiera, alguien bueno que vivía cerca, sino el escogido de la estirpe de David que da sentido y cumplimiento a la Escritura.

En este artículo me gustaría centrarme en San José como hombre justo y su manera de vivir la relación con Dios en su vida interior. La justicia en San José radica en ir más allá de las normas de Moisés, y se desvela en su magnanimidad al acoger la Palabra en su casa en el momento en el que toma a María como esposa. En el día a día acoge a Jesús y sus necesidades, reflexiona y pide la fuerza a Dios para hacer frente a los acontecimientos que se le van presentando.

San José es el que con silencio obedece, y ese silencio ha resonado en toda la historia de la Iglesia. Nos guía cuando preguntamos a Dios qué hacer, nos enseña a pedir luz y fuerzas. En su silencio y oración le hablaba al Padre con cariño de María y Jesús, sus amados.

En ese amor está la justicia. Brota de su unión con Dios, de ser un hombre que vive en el recogimiento y la reflexión. Eso no significa ser un hombre tímido, sino que, al contrario, tiene la capacidad de mirar la realidad desde el corazón y el agradecimiento, puesta su mirada en los planes de Dios.

Por esta razón, Santa Teresa de Jesús lo propone como maestro de la vida interior. Ella fue una de las mayores propulsoras de la devoción a San José. El cuadro del Greco, donde aparece por primera vez en la historia del arte como un hombre joven, es gracias a su insistencia, ya que el encargo fue para el primer monasterio de las carmelitas en Toledo. Es la representación de un nuevo José, joven, guapo y enérgico.

Santa Teresa tratando con San José va descubriendo lo que es la vida interior. La santa entiende el camino de la Contrarreforma de la Iglesia a través de la vida de oración guiada por San José, confiando además todas sus plegarias al gran Patriarca.

No hay nada que le haya pedido a San José que no me lo haya dado. Santa Teresa

Tenemos que pensar cómo sería la vida interior de San José, cómo se dirigiría a Dios Padre en su trabajo, en el silencio de la noche, en la compañía de María y Jesús… Dando gracias con naturalidad, preguntando para responder con rapidez y generosidad a Su voluntad, luchando con las dudas, pidiendo la luz para entender las extrañas cosas que le pasaban… María embarazada por obra del Espíritu Santo, los parientes que no le acogen en Belén, huir a Egipto… Todo lo que serían motivos para sentir que no es capaz de ser Padre de Jesús se convierten en ofrenda y en oración que tienen su respuesta en los sueños y en las profecías.

San José no desconfía ni de Dios ni de María en ningún momento, pero tiene dudas y se pregunta por qué es posible que ocurra eso… El ángel se lo explica en sueños, le da sentido a su papel en la Sagrada Familia. José, a medida que pasaba el tiempo, se hacía más grande en la unión con el Padre y más pequeño a los ojos del mundo. Él es el hombre que queda vaciado de si mismo, humilde, confiando plenamente en el poder de Dios, cuidando y cumpliendo los deseos de Jesús y María, totalmente a su disposición.

Tenemos que pedir y entrar en la docilidad de San José, en sentir que estamos para que Jesús haga con nosotros lo que quiera, dejarnos usar por la Providencia para que se cumpla su plan en nuestras vidas. Esto nos recuerda a lo que Cristo dijo a Pedro cuando, ya resucitado, se les aparece en el lago y el Apóstol le confiesa tres veces que le ama. En este pasaje Cristo responde aquello que se cumple plenamente en la vida de San José y que tenemos que pedir que ocurra en la nuestra.

Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Jn 21, 18

Cristo aprende de San José a rezar, a estudiar, a hablar, a amar, a trabajar y a cuidar la belleza… San José al orar mostraba a Jesús el rostro del Padre, y Él a su vez nos enseña a nosotros cómo dirigirnos a Él en el Padre Nuestro. En la bondad de San José, Jesús va aprendiendo la bondad de Dios Padre. Este año recemos para imitar su silencio, para entender que los santos no tienen por qué ser espectaculares a los ojos del mundo sino solo a los ojos de María y Jesús, siempre en la discreción, en la gratuidad y el agradecimiento.

Guadalupe Belmonte

Publica desde marzo de 2019

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De mayor quiero ser juglar, para contar historias, declamar poemas épicos, cantar en las plazas, vivir aventuras... Era broma, solo soy aspirante a directora de cine, mientas estudio Humanidades y disfruto con todo aquello que me lleva Dios.