Cualquier persona que haya sentido el llamado del Señor para predicar su mensaje, su Evangelio y su vida, debe seguir un camino de gran fervor y valentía. Para lograr transmitir el mensaje de Dios, primero, debemos ser receptores de la belleza de su mensaje y hacerlo vida en cada uno de nosotros.

Ahora te revelo cosas nuevas y secretas que tú no conocías. Acabo de decidirlas y no habías oído de ellas, así que no podrás decir: “ya lo sabía” Isaías 48, 7-8 

Antes de que llevemos el mensaje de Dios a los demás, debemos escuchar en la oración al Señor, pues es su mensaje el que debemos comunicar, no el nuestro. Uno de los mejores ejemplos es el de san Ambrosio, quién fue obispo de Milán durante el siglo IV; un gran orador y predicador, pero más que su elocuencia y belleza de sus palabras, él se mantenía siempre en oración, pues solo con el trato, la relación y la mística entrega al Señor, podía transmitir un mensaje que pudiera ayudar a los demás.

Debemos cada uno de nosotros descubrir el mensaje que Dios quiere que llevemos primero en lo más íntimo de nuestro corazón, en la oración y en la contemplación, y ser sensibles y abiertos a las manifestaciones del Espíritu Santo en nuestro corazón.

El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree. San Antonio de Padua 

El mayor objetivo cuando llevamos el mensaje de Dios, no es hablar teoría sin sustento, es el de poder comunicar la belleza de un testimonio o una experiencia vivida, de manera que las palabras que decimos sean convincentes. Pero antes de convencer a los demás, debemos estar convencidos primero nosotros mismos de que creemos en la fuerza del mensaje que no es nuestro, si no de nuestro señor Jesús. Dios, a través del Espíritu Santo, nos da las palabras para hablar con libertad, Jesús, antes de enviar a los suyos por todo el mundo para predicar su mensaje, les llenó de su Espíritu Santo en Pentecostés.

San Juan Pablo II siempre habló mucho en su pontificado acerca de una nueva evangelización, pero no nuevo en el contenido, si no en los métodos, en las formas y en el ardor para llevar con toda efectividad el mensaje a los demás. Es necesario que en esta nueva evangelización cuidemos la tradición y el magisterio de nuestra iglesia y hagamos actuales todo lo que nuestros padres en la fe nos enseñaron, para vivir correctamente en este mundo que se actualiza en cada feed, en cada tweet o nuevo post de Instagram, viviendo efímeramente, mientras que el mundo da vueltas y la cruz permanece firme.

Pidamos al Señor que nos de la fuerza de su Espíritu Santo para poder llevar su mensaje, y para que a donde nos envíe con su palabra, ahí estemos.

Diego Esquivel

Publica desde octubre de 2020

Soy Licenciado en Fotografía, Misionero de Corazón Puro Internacional. Camino por todo el mundo, capturando la belleza de Dios.