Desde los primeros siglos de la historia de la Iglesia la centralidad de la pascua ha sido subrayada de distintas maneras, una de ellas, que ha perdurado a través de los siglos es la preparación inmediata a esta fiesta, es decir, Cuaresma, que es el tiempo litúrgico que precede al triduo pascual, centro del año litúrgico. Este periodo caracterizado por su austeridad y sobriedad, es el tiempo en que de forma comunitaria y personal el cristiano vive intensamente ciertos actos de piedad y de preparación intensa y ardua, para vivir plenamente el corazón palpitante del año: el triduo pascual, culmen del cual es el Domingo de Pascua.

Los primeros cristianos celebraban el evento central de nuestra fe, la Pascua, semanalmente, dando así origen a la celebración del Domingo, el día del Deñor, en que Cristo venció a la muerte y nos otorgó ser partícipes de la Vida eterna. Con el tiempo, las comunidades empezaron también a celebrarlo anualmente, originalmente en el domingo posterior a la pascua judía, aunque algunas comunidades lo celebraban el mismo día en que las comunidades hebreas de la diáspora la celebraban, lo que llevó a una discusión entre las comunidades: ¿Cuándo celebrar la Pascua? Esta discusión llegó a la conclusión de que la pascua se celebraría el domingo posterior a la primera luna llena de primavera, tal como lo hacemos aun hoy.

También las primeras comunidades cristianas con el paso del tiempo optaron por celebrar el bautismo únicamente en la celebración de la Vigilia pascual, para subrayar con belleza elocuente, la conexión y la íntima unión de los nuevos cristianos con el misterio pascual del Señor. Como preparación de los catecúmenos que en aquella noche recibirían los sacramentos de iniciación cristiana, se estableció que, junto con los catequistas que los acompañaban en este proceso, ellos debían realizar cuarenta días de ayuno, oración y algún servicio a la comunidad.

De la misma manera, aquellos que habían abandonado la fe, y querían reintegrarse a la comunidad, o aquellos que habían cometido alguno de los pecados graves como el homicidio o el adulterio debían vivir este tiempo de penitencia y oración. Las comunidades rápidamente se unieron a este momento intenso para los nuevos miembros o aquellos que se querían reintegrar. Surge así el tiempo de la Cuaresma.

El tiempo de la cuaresma caracterizado por su austeridad y su constante invitación a la conversión mediante el ayuno, la oración y la limosna, es un tiempo propicio para redescubrir nuestra identidad de bautizados: Hijos de Dios, nacidos a una nueva vida mediante el bautismo.

La cuaresma, por tanto, es tiempo oportuno para dar algunos pasos que refuerzan esta misma identidad. Uno de estos pasos puede ser dedicar más tiempo a la escucha de la Palabra de Dios, que encontramos en la Sagrada Escritura. A través de la lectura meditada, asidua y constante de ésta es posible crecer en la oración, en la escucha y en el amor por el Señor, que con su Palabra sale amorosamente a nuestro encuentro y conversa con nosotros como un amigo a un amigo.

Iniciar este camino, el de escuchar, meditar y orar con la Sagrada Escritura es todo un reto y un constante gimnasio espiritual, en el cual es oportuno empezar con pequeños pasos y acompañados por un buen guía que nos ayude a aprender a meditar con la Sagrada Escritura. Misma que debemos aprender a leer y releer, con atención y con amor, para poder captar y degustar su gran sabor, alimentándonos de ella, a pequeños bocados para descubrir su belleza y profundidad.

Antes de leer la Sagrada Escritura, es altamente recomendado, invocar la ayuda y la presencia del Espíritu Santo, para que, el texto que Él con su acción ha inspirado, nos ayude a leerlo y a entenderlo, no como nos conviene o como queremos leerlo, sino que como Él quiere que esa palabra que viene de Dios actúe y dé fruto en nuestra vida, es decir, se transforme en nuestra vida.

Puede ser oportuno después de haber leído el texto, preguntarse, ¿Cuál es la primera reacción que me suscita esta palabra? ¿Qué sentimiento o emoción causa en mí? Y así ir profundizando… Leyendo día con día la Palabra de Dios, puede causar en nuestras vidas una conversión, un constante llamado a seguir no nuestras ideas por buenas y oportunas que sean, sino buscar constantemente hacer en nuestra vida la voluntad de Dios, para así poder vivir íntimamente más unidos a Jesús nuestro Señor y redentor. De ésta forma damos testimonio de la belleza de nuestra fe. La Cuaresma es sin duda un momento propicio y oportuno para iniciar a dar estos pasos.

Y tú, ¿escuchas constantemente la palabra de Dios?

Ernesto Camarena

Publica desde febrero de 2022

Soy un religioso Pavoniano, inflamado de amor de Dios. Mexicano viviendo en Italia. Actualmente soy un estudiante de Teología. La Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia me fascinan. Me encanta leer y escribir acompañado de un buen café. «Me has llamado Amigo»