Discernir no es algo fácil. Tomar una decisión es un ejercicio mental, emocional y espiritual que puede exigirte mucho

Sobre todo esas decisiones que involucran a otros, porque de acuerdo al camino que tomes, será, en consecuencia, el punto crucial para el buen desenlace de la situación.

Un momento importante en la vida, que dependa de un buen juicio para tomar la mejor decisión, puede quitarte la calma por completo. No saber qué hacer, ni tener una orientación adecuada de lo que estás viviendo es una sensación desgastante. Dios, en toda la historia de la Salvación, también ha sido testigo de este desgaste y ha visto el discernimiento de cada uno de los protagonistas de esta historia, lo cual deja un espacio amplio de sabiduría y reflexión que se puede tomar como ejemplo y como consuelo.

El tema del discernimiento es algo que se puede entender mucho mejor desde los testimonios de vida de personas como tú y como yo, y sobre todo, de los protagonistas, una vez más, de la historia de la Salvación. Ya que somos hijos únicos de Dios, nuestra historia de discernimiento también es única, pero también somos personas susceptibles de pecado y, por ello, susceptibles también de fallar.

Es por esto que el discernimiento siempre va de la mano con Dios. En pocas palabras, discernir es “buscar la Voluntad de Dios”, pero en un momento de incertidumbre esto no es fácil de entender.

Buscar un camino práctico de libertad humana, dentro de nuestra propia historia de salvación, es querer que nuestras decisiones se ubiquen entre la Palabra de Dios y la historia de la humanidad; esto también es discernir.

Al querer buscar su Voluntad, queremos comprender la Verdad de Dios que sentimos y que crece en nuestro corazón;  y así comienza un diálogo profundo e íntimo entre nuestros deseos más grandes y los intensos deseos de Dios para nosotros.

Y, como en toda conversación, tiene que haber momentos de habla y escucha. Cuando toque hablar, estaremos buscando y Él nos estará escuchando. Posteriormente será turno de callar profundamente y estar abierto a su respuesta. Este proceso de comunicación es constante y permanente, y se da durante toda la vida.

De estas charlas nacerá la sabiduría, que te ayudará a distinguir las cosas que verdaderamente vienen de Dios y aquello que te aleja de Él y de los demás.

A su vez, no hay que reducir la intimidad con Dios a sólo preguntar constantemente: ¿qué es lo que tengo que hacer? Porque el discernimiento es un regalo especial de Él para ti, para que de la relación de dos personas surjan cosas nuevas y, así, nazca vida para Él, para los demás y para ti.

Por esto, esta obra requiere de iniciativa, porque no es una obra exclusiva de una persona, así como no es sólo una tarea intelectual para elegir entre lo bueno y lo malo.

El resultado de esta conversación es la satisfacción de haber obrado bien y de sentirse dichoso, capaz y en paz, observando quizá, hasta con un poco de incredulidad, la magnífica y bella obra que resultó del trabajo entre Dios y tú.

Estos acontecimientos son los que marcan la historia de la humanidad, se convierten en inspiraciones para los demás, glorifican a Dios, y a nosotros nos otorga nuestra salvación.

Cada personaje dentro de la historia de la Salvación, tuvo que discernir junto al Padre; sin sus acciones, esta historia no podría haberse llevado a cabo tal y como la conocemos. En mayor o menor medida puede que te sientas identificado con alguno de ellos.

San José, el padre putativo de Jesús, tuvo mucho que ver para que Cristo llegara a cumplir su misión a la par junto con la Virgen María. San José se enfrentó a decisiones complicadas que, como hombre, tuvo que encarar.

En la vida de San José, hay momentos importantes que son ejemplos de sabiduría, originados por el discernimiento, y que llegaron a transformarse posteriormente en virtud en él, convirtiéndose en imagen no sólo de cómo es el buen actuar de un hombre, sino también de cómo se comporta un caballero en la compañía de Dios.

Y comenzando por la caballerosidad, San José decidió, pensando primeramente en María al saber que ella se encontraba en la espera de un Hijo, optar por repudiarla en privado (Cfr. Mt 1, 19). En aquel tiempo, los hombres tenían por derecho hacerlo a la vista de los demás. Esta fue una decisión que nació del corazón de San José, dada su nobleza y su vínculo tan fuerte arraigado en el temor a Dios. Posteriormente, llegó el mensaje de Dios en sus sueños y él terminó por entender. Sin embargo, la acción primera de José debió haberle requerido un esfuerzo enorme en su mente, corazón y espíritu.

A San José ahora le tocaba escuchar. La huida a Egipto con María y el Niño fue un acto de obediencia absoluta (Cfr. Mt. 2, 13-15). La moción de Dios también está al considerar la ayuda de los consejos para discernir mejor, los mensajes de nuestros padres, hermanos o abuelos que nos dan otro ángulo de visión del camino. En ocasiones, probablemente ya sepas qué es lo que tienes que hacer, pero no cómo hacerlo; en el discernir está el escuchar y en ocasiones también el obedecer.

Los años en el exilio en Egipto, para la Sagrada Familia, debieron de haber sido días de mucha oración por un constante decidir. Vivir en el extranjero no es sencillo, especialmente si no conoces lo suficiente aquel nuevo lugar, y si lo estás con tu esposa e hijo recién nacido la tensión y dificultad se incrementa por tres.

El juicio de San José debió de ser preciso para cada momento, pues entre sus brazos se encontraba lo más bello que un hombre puede tener, su esposa y su hijo, siendo él la persona más fuerte de entre ellos tres, San José necesitó descansar en la oración con Dios, con el apoyo de María, decidiendo lo que sería lo mejor para ellos tres, para que Cristo pudiera crecer en amor.

El camino hacia Nazaret debió de ser como mucho una decisión estresante, y San José, en su discernimiento, pudo dejar que se cumpliera la escritura. A la muerte de Herodes, le encomendó el ángel del Señor regresar a Belén, la tierra de Israel; pero fue por la precaución de San José, por un temor bueno, de no regresar, sino de dirigirse hacia Nazaret, una región de Galilea (Cfr. Mt 2, 19-23).

Discernir nos hace ser como abejas obreras que conocen, buscan y encuentran la esencia del néctar de las flores que transforman en miel, el cual es alimento y medicina. Discernir nos puede alimentar y también nos puede curar, y no sólo a nosotros, sino también a todo el que esté a nuestro alrededor.

Qué maravilloso y bello debió haber sido el momento del final de la vida para San José, entre los brazos de Cristo, con el consentimiento del Padre desde los Cielos. Seguramente, San José pudo haberse sentido el hombre más dichoso en ese momento, sabiendo bien que todo lo que hizo fue con la compañía de Dios, para el bien de Cristo y de la Virgen María, colaborando con el Padre en la historia de nuestra Salvación.

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.