Jesús, desde una colina situada cerca del Mar de Galilea (lugar que se pasará a llamar el Monte de las Bienaventuranzas), nos hizo una de las mayores declaraciones de esperanza y de actitud que debemos tomar en la Tierra para llegar a la felicidad anhelada por todos.

Las Bienaventuranzas son una serie de enseñanzas; con ellas nos revela el camino a la felicidad, es decir, Su camino. Y esto es seguir el modelo de vida de Jesús, que nos asegurará una felicidad en la Tierra. Porque lo que Él quiere es que seamos felices aquí, estemos en la situación que estemos, teniendo nuestros problemas, nuestros miedos… Dios nos mira desde arriba y quiere nuestra felicidad, quiere que disfrutemos nuestro paso por la vida.

Las Bienaventuranzas iluminan las acciones de la vida cristiana y revelan que la presencia de Dios en nosotros nos hace verdaderamente felices. Papa Francisco, Audiencia General 29 de enero

Y como sabe que a veces nos cuesta, nos propuso una serie de enseñanzas que están compuestas por tres partes: primero está la palabra “bienaventurados”; luego viene la situación en la que se encuentran los bienaventurados: la pobreza de espíritu, la aflicción, el hambre y sed de justicia… Y por último está el motivo de la bienaventuranza, introducido por la conjunción “porque”, es la mejor parte, ya que es la promesa que nos hace Jesús ante nuestra pobre situación, es una llamada a que tengamos esperanza, es lo que nos asegura Cristo si le seguimos. 

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los Cielos. Mt 5, 3-12

Monte de las Bienaventuranzas

Son un mensaje dirigido a toda la humanidad; metafóricamente Jesús lo pronunció desde un monte, porque desde lo alto quería dirigirse a todos y cada uno de nosotros. Son una llamada a establecer el Reino de Dios en la Tierra, a tener esperanza, a querer ser Santos en nuestro día a día, a buscar la Belleza… “porque vuestra recompensa será grande en los cielos.” El Papa Francisco nos dice que son el plan de Jesús para nosotros. 

“Bienaventurado” viene del término griego “makarios” que significa el que está en condición de Gracia y avanza en la amistad con Dios. 

Nos podemos imaginar aquella mañana en la que Jesús se dirigió a aquel Monte. “Le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán” (Mt 4, 25). Ellos, como nosotros veintiún siglos más tarde, buscaban en el Señor a alguien que les orientase, que les ayudase a volar alto, a superar sus miserias y colmar sus deseos. Lo que Jesús muestra en las bienaventuranzas es a Él mismo. Él es el bienaventurado, el santo, la plenitud de la Nueva Ley. Nos viene a traer una moral nueva: seremos felices y justos si sabemos vivir con pobreza, con mansedumbre, con ánimo pacífico, con corazón misericordioso, siendo limpios de corazón, con hambre y sed de justicia. Nunca ha hecho felices a los hombres el ansia de poder o dinero, ni el espíritu violento, ni el corazón sucio o duro, ni el rencor.

La felicidad solo está en el amor verdadero, en la belleza, y las bienaventuranzas nos marcan este camino. Estas enseñanzas que pronunció Jesús fueron una gran revolución en la mentalidad y en el espíritu de aquella época, que era tan inmoral y dura, como puede ser también nuestra sociedad ahora.

El mundo no quiere llorar, prefiere ignorar las situaciones dolorosas, taparlas. Solo la persona que ve las cosas como son, y llora en su corazón, es feliz y será consolada. Pero consolada por la belleza de Jesús, no por el mundo. Papa Francisco

Santa Teresa de Calcuta transmitía las bienaventuranzas a todos los enfermos y pobres que ella acompañaba, reconociéndoles la dignidad que Dios les había dado y que de ellos es el Reino de los Cielos. 

Te invito a que cada semana medites y reflexiones sobre cada una de las Bienaventuranzas.

Beatriz Azañedo

Publica desde marzo de 2019

Soy estudiante de humanidades y periodismo. Me gusta mucho el arte, la naturaleza y la filosofía, donde tenemos la libertad de ser nosotros mismos. Procuro tener a Jesús en mi día a día y transmitírselo a los demás. Disfruto de la vida, el mayor regalo que Dios nos ha dado.