Una vez un sacerdote adulto me dijo: “Cuando tengas crisis de fe, di en tu oración: Señor, no siento nada, pero creo; no sé si vas a venir, pero espero; no puedo vivir la caridad con mis hermanos si no es con tu gracia. Quiero amarte sobre todas las cosas, más que a mí misma.”

Hasta el día de hoy resuenan en mi interior estas sencillas oraciones, tan verdaderas. Sin Él, sin su gracia, estamos perdidos por completo.

El Concilio Vaticano I nos ilumina con la definición de fe (DS 3008):

Una virtud sobrenatural por la que, atraídos y auxiliados por la gracia de Dios, nosotros creemos verdadero lo que Él nos ha revelado, no porque esas cosas, consideradas a la luz natural de nuestra razón, se impongan por sí mismas como verdaderas, sino a causa de la autoridad de Dios mismo que nos las revela y que no puede ni engañarse ni engañarnos.

Entonces, queda claro que solo podemos creer, como también esperar y amar, si tenemos la asistencia Trinitaria (Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo).Y el título del artículo, ¿qué tiene que ver? Bien, sucede que muchas veces (y no pretendo difundir una novedad), hechos acontecidos en la misma Iglesia generan que nuestra fe flaquee un poco, se debilite, o decaiga. Nos enteramos de algo, o lo vemos, y el demonio nos empieza a enredar para que desistamos, abandonemos. ¡Y no es el camino! Si estamos en crisis, hemos de orar con más insistencia (oraciones como la que me enseñó el sacerdote). Pero sigamos…

¿Dónde está el problema? Nunca puede estar esencialmente en la Iglesia, ya que es intituida por el mismo Jesucristo, y por ende es de naturaleza divina. Pero, como sabemos, nuestro Señor la dejó en manos de seres humanos, todos pecadores y débiles. Así lo dispuso en su Sabiduría eterna: entonces es lo mejor. Igualmente, nos prometió estar siempre con nosotros, hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 18)

¿Acaso Dios puede abandonar Su obra? Jamás. Ella es Una, Santa, Católica y Apostólica (en el próximo artículo lo trataremos).

Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Mt 16, 17-18

Pedro negó a Jesús tres veces; Tomás tuvo que meter sus dedos en las llagas para creer; todos los discípulos, menos Juan, abandonaron al Mesías; y uno de ellos, Judas, lo entregó por treinta miserables monedas. ¿Jesucristo no sabe lo que hace eligiendo a tales personas? Claro que sí, y por eso nos eligió a ti y a mí para Su Iglesia.

Hace ya mucho, sin embargo, que la Iglesia Católica probó no ser ella una invención de su tiempo: es la obra de su Creador, y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud: y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún día. G.K.Chesterton

Así como estuvo Juan al pie de la cruz, también estuvo María Santísima y María Magdalena. Como ellas, tenemos muchos ejemplos de miembros de la Iglesia santos, modelos: Santo Tomás de Aquino, Santa Rosa de Lima, Don Bosco, Carlo Acutis, San Agustín, y la lista es larga… Entonces, básicamente la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, es un hospital de pecadores, no una “vidriera de santos”. Con esto no minimizo o justifico errores, la negligencia respecto de la Doctrina, las “innovaciones” mundanas, y los pecados.

Dios ha sacado, y lo sigue haciendo, grandes santos en épocas en que la barca de Pedro estaba a la puerta del naufragio… Él saca bienes de grandes males.

Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo. G.K.Chesterton

Este artículo tendrá una segunda parte, más detallada. Por el momento, los invito a leer al magnífico Chesterton, en este ensayo titulado “Porqué me convertí al catolicismo”.

https://es.catholic.net/op/articulos/58945/cat/463/icnet.mykajabi.com/resource_redirect/landing_pages/2147591971#modal

Recordemos siempre: tú y yo somos LA Iglesia. Debemos entregarnos en ella, cansarnos en su servicio, dar la vida si es necesario. Si la criticamos, difundimos escándalos por chismerío, o causamos el mal, nos automutilamos, nos autodestruímos. El Cuerpo místico no es lo mismo sin tí, sin mí; sin tu quehacer, sin mi obrar.

No te quedes en tu zona de confort criticando, señalando con el dedo, “con tu consciencia tranquila”, viendo como “otros” actúan mal. ¡Levántate, haz algo para que las cosas vayan mejor! Aporta al Reino de los Cielos desde tu lugar, con lo que puedas hacer, ¡te aseguro que nadie puede lo que tú puedes, por gracia de Dios! Lo que hacemos, y dejamos de hacer, influye en la Iglesia, la afecta.

Esta frase es clara, aplicada a los tiempos de la Iglesia:

Decís vosotros que los tiempos son malos. Sed vosotros mejores, y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo. San Agustín

¿Qué estás haciendo, en concreto, por el Cuerpo herido, mancillado y ultrajado de Cristo, que es TU Iglesia? Que eres tú mismo, y yo…

Más que nunca, ¡Ave María y adelante!

Guadalupe Araya

Publica desde octubre de 2020

"Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa", decía el gran Chesterton. A eso nos llama el Amor, y a prisa: conocer la Verdad, gastarnos haciendo el Bien, y manifestar la Belleza a nuestros hermanos, si primero nos hemos dejado encontrar por esta . ¡No hay tiempo que perder! ¡Ave María y adelante! Argentina, enamorada de la naturaleza (especialmente de las flores), el mate amargo y las guitarreadas. Psicóloga en potencia. La Fe, ser esclava de María, y mi familia, son mis mayores regalos.