No existe nada más maravilloso que el amor. El amor, lo es todo. 

Cuando un hombre siente amor por una mujer, su mundo entero cambia. 

A veces, hablar sobre el amor puede costar mucho trabajo, en otras ocasiones, nos expresamos de una forma tan suave como el vaivén de una hoja que se la lleva el viento.

Ya sea que falten o que sobren palabras, en el instante en que un hombre descubre la belleza completa de una mujer a través de su mirada y en su sonrisa, en su manera de ser y de pensar; y en la totalidad de su persona,  algo increíble sucede en su corazón.

No es ningún invento que un corazón enamorado, va a buscar siempre tratar a la mujer con el respeto excelso que se merece, porque en ese momento se ha descubierto el magnífico regalo que Dios ha dado a los hombres.

Entender cuál es el papel de un varón ante una mujer suele llegar a ser complicado, la realidad natural del matrimonio puede darnos ciertas pautas; sin embargo es incompleta, es en la realidad sacramental del matrimonio donde se comprende de qué se trata este papel. Y la única forma de lograr comprender esto, es poniendo toda nuestra atención observándola a la mujer, es solo a través de ella. 

La grandeza de un hombre, radica siempre en la mujer. En el amor esponsal se conoce el orden y en el papel que tiene cada esposo de acuerdo a Dios. Una película o una historia romántica siempre serán deficientes y cortas – y aún más sobre cómo debe de ser un hombre ante una mujer – ya que la historia de amor más bella entre una pareja, es la que está escrita en la Palabra de Dios, en la Virgen María y San José. 

¿Quieres ser la compañera de mi vida? Lo dijo así. No dijo: ¿quieres ser mi mujer? Sino: la compañera de mi vida…Y lo dijo mirando hacia delante, como si quisiera indicar que frente a nosotros hay un camino que no podemos ver, o por lo menos puede haberlo, si yo contesto “si”. San Juan Pablo II 

María es la mujer predestinada por Dios, para ser la Madre de Jesús, y por esta razón, Dios no la iba a dejar sola. Tenía que ser para ella, alguien tan digno y capaz, que esté a un nivel equivalente en virtud con ella para cuidar de ambos. 

La Virgen María, se convirtió entonces en don para San José, un verdadero regalo de Dios. Antes y durante el embarazo de la Virgen María, San José estuvo en un diálogo constante con el Padre y con él mismo, y ese es el ejemplo del comienzo, del papel de un hombre ante una mujer. 

El hombre debe ser digno de ella, siempre, para lograrlo hay que doblar las rodillas ante Dios todos los días en la oración, como San José.

En el camino de la Sagrada Familia, tocaba ser padre y esposo a la vez. Algo que naturalmente, dada las circunstancias de la unión de José y María, resulta difícil de creer. En el amor, el amor de los esposos, es el amor más fuerte y el más debido que entre dos personas puede haber, está compuesto de lazos; lazos físicos y espirituales. San José y la Virgen María, tuvieron en su máximo grado los lazos más íntimos, los lazos espirituales, en un grado sobrehumano que parecía tan humano.

Esta unión la provocó Jesús; José y María, sabían a quién tenían entre sus brazos, ni uno ni el otro iba a dejar de hacer el máximo esfuerzo por su Hijo; y en la voluntad visible de cada uno de los dos, se descubrió el amor entre ellos. ¿Qué mujer no estaría plácida por estar con un hombre que le demuestre su esfuerzo todos los días? Así fue San José, y fue por eso que él nunca falló en su papel de esposo. Porque en su voluntad incansable de amar a Dios, Él le dio a María y en ella, él encontró más amor, amor que provenía del mismo lugar, pero que solo ella podía dar, a su manera. 

La realidad del sacramento del matrimonio es completa en amor. Tiene una dignidad tan alta que la realidad natural dista mucho de ella, para entenderla, solo es posible hacerlo desde la Cruz, porque el amor en el sacramento del matrimonio, nunca se acaba, porque se nutre de Dios mismo.

Cuando dos novios deciden ir hacia el altar, lejos del romanticismo material, entre todo el deseo que existe, ambos van más motivados por el vínculo sobrenatural del espíritu que nace de Dios, que por el deseo natural. Porque ambos quieren esforzarse juntos, hombre y mujer, en un amor que es el mismo para ambos: Dios. Si no es este el origen de la unión de los novios, el amor acabará, y por ello es mejor no casarse.

Es un designio divino que Dios haya creado a la mujer como la ayuda adecuada para el varón, es tan cierto, que el mismo varón pone por delante a la mujer antes que a él. La mujer tiene un contacto único con el Espíritu Santo, que el hombre lo reconoce y lo adora en ella. 

El varón, después de todo, es el último ante todos y ante Dios. Al saber el gran regalo del Padre para el hombre, en la mujer con el Espíritu Santo, no puede menos que dar su vida por su esposa.

Para el hombre casado, solo Dios está por encima de su esposa, pues es Él quién se la ha dado y preferir a su esposa por sobre cualquier otra cosa en el mundo, es también, un modo especial de también amar a Dios por sobre todas las cosas.

A San José se le conoce por ser un modelo incomparable de trabajo corporal, un incansable, que ocupa su lugar justo después de Jesús. San José como varón representa el sacrificio en la Cruz, la Virgen María se relaciona con la Gloria; los hijos aprenderán a amar a Dios, en la medida de que su padre ame con locura a su madre, pues los padres son el primer contacto de los hijos con Dios, por eso el hombre se sacrifica por la mujer. Jesús se sacrificó por nosotros, la Iglesia. Cristo tuvo que ver en José el sacrificio total y amoroso por su madre María, para sentirse también seguro de su misión.

Prefiérela a todos los amigos e incluso a los hijos que ella te ha dado; y que éstos te amen a ti por ella. San Juan Crisóstomo, Homilía 20 AD EP

El amor por encima de todo, es lo que Jesús hizo por nosotros. Para un hombre su mayor gloria es su mujer y su sacrificio por ella sería un honor. El amor de esposos, es así, Cristo nos amó con locura en su tiempo entre nosotros, procuró que los demás vengan, se acerquen a Él. porque Él quería amarnos, Cristo quería unirse a su Iglesia. Para el hombre en mayor medida reside la responsabilidad de procurar y mantener el amor que para la mujer. El varón ha de imitar a Cristo, amándola hasta la muerte, ella ante tanto amor le es un deber corresponder amarlo a él, solo dejándose amar.

Pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que apartarme alguna vez de ti. San Juan Crisóstomo

Para los hombres, ser como San José sólo tiene sentido cuando se quiere amar sin prejuicios y temores. Él es un buen esposo, “el justo entre los hombres”. Sus virtudes se han conocido a pesar de ser un esposo y un padre silencioso en las Sagradas Escrituras, por eso es llamado: el Santo del silencio, el primer santo de todos.

A pesar de su silencio, lo que caracteriza a San José son todas las virtudes que lo convierten en un buen hombre. Para ser un buen esposo hay que ser un poco como él, las virtudes que más gustan a cualquier mujer con deseos de casarse son las que de él se toman, incluso hasta su silencio misterioso. Es el ideal que muchas mujeres desean y lo que muchos hombres quieren ser.

Dios nos creó para complementarnos, nada tendría sentido para el hombre si no tuviera a quién dárselo, porque la vida es mucho más bella cuando una mujer nos acompaña.

En cada hombre hay un vacío, un espacio que solo puede llenar una sola mujer, la mujer de nuestra vida, que solo Dios sabe quién es.

Mientras tanto, las formas y las maneras de la sociedad, reflejan que el hombre, busca cuidar el regalo que Dios le ha dado a la humanidad.

Así por ejemplo, un hombre acompañado de una mujer al bajar unas escaleras , él busca bajar primero para abrirle la puerta, así ella puede apoyarse en él si llegase a resbalar. Y de la misma forma, para subir, tras abrirle la puerta a ella para que suba primero, el varón la puede asistir ante cualquier caída.

Fuera de cualquier escena romántica, cuidar de esta forma de la mujer, es cuidar de la pieza clave de la sociedad, el varón siempre está dispuesto a ayudarla, pero sobre todo a protegerla, colocándose él siempre debajo de ella. Si el varón cae, él caerá solo, pero si la mujer cae, es más probable que ambos caigan. A menos que, dicho varón sea un hombre virtuoso, y su fortaleza no permita que ni ella, ni él caigan.

San José es el hombre virtuoso que Dios ha presentado a todos los hombres para decirnos que la belleza también es la mujer, porque lo que ella guarda es algo todavía más bello a nuestros ojos.

La causa de tal hermosura es Dios, y por lo tanto ella nos lleva a Dios. Los hombres, amamos a la mujer, pero amamos más a Dios porque Él la creó para los hombres.

La auténtica belleza, viene de Dios y sólo ella, lleva a Dios. A todos los hombres solo nos basta ser un buen esposo, de la mujer, la belleza de Dios.

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.