Recuerdo que, desde que comencé a tener a Dios más presente en mi vida, varias cosas que habitualmente solía realizar intentaba hacerlas bajo la presencia del Él, desde ir a la escuela, colaborar en las labores de casa, iniciar mi vida laboral cuando egrese de la universidad, entre otras. Todas mis acciones sabía que tenía que ponerlas en sus manos, porque tenía que dejarme confiar en Él, tenía que estar convencido de que con su compañía la vida diaria iba a ser más sencilla.

Pero, a pesar de tratar de llevar las cosas con orden, de “hacerlas bien” y por sobre todo tratando de llevar una vida de gracia, había algo que no me dejaba tranquilo, no sentía aquella alegría por el vivir; y no es que estuviera deprimido, sencillamente no sentía por completo el amor de Dios. Y entonces me preguntaba: “¿Qué está pasando? Si estoy tratando de hacer las cosas bien, ¿qué será lo que estoy haciendo mal?”.

Vaya problemática personal que me traía… ¿Te parece similar esa sensación? Si es así, es porque también has vivido algo parecido a lo que yo viví, pero también es probable que estés pasando por esa etapa. Sea cual sea tu situación, probablemente ya sabrás por medio del consejo de otras personas o alguna que otra lectura espiritual que la medicina ante esta sensación es ponerle amor a cada cosa. Fácil, ¿no?

Pues no es tan fácil como pudiéramos creer si no estamos dispuestos a darle la cabida amorosa al servicio. Porque volveríamos a caer al principio, esto no se trata de cumplir una tarea, se trata de vivir el compromiso.

Es sorprendente cuando descubrimos lo sencillo que es vivir en el amor de Dios. En pocas palabras basta solo sentirse hijo, así de fácil. De la misma manera como en casa nos sentimos queridos y apapachados por papá y mamá, con Dios es la misma dinámica. La diferencia es que con Él todo lo que tenemos a nuestro alrededor, fuera y dentro de nuestro hogar, es amor.

Entonces desde despertar y disfrutar del placer del estirón de la mañana mientras se observa ese rayo de sol que entra desde la ventana y todo lo que continúe en nuestro día empezará a tomar belleza. Hasta salir de casa y nuevamente a lidiar con esa hora de tráfico y regresar a ese trabajo de todos los días, es bello, sí, es bello. Y no, no estoy diciendo incoherencias, también tiene una belleza sutil el vivir el compromiso, ¿recuerdas?

Porque Dios no es injusto para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor que tienen por su Nombre, ese amor demostrado en el servicio que han prestado y siguen prestando a los santos. Heb 6, 10

La Carta a los Hebreos en este versículo nos habla sobre el objeto de la esperanza de los cristianos y se relaciona con el amor que le entregamos a cada acto que podemos llevar dentro de nuestro día a día, incluyendo las cosas no tan agradables para nosotros.

Y todo tiene cabida en la cantidad de dedicación que quisiéramos darle a cada actividad. Ciertamente ese esmero siempre tiene que ir bajo el sello del amor, el cual es la realización de todo lo que esté en nuestras manos con la visión de que es por Cristo y para Cristo la lucha, la fatiga y el cansancio de realizar el mejor trabajo en todo momento.

Todos sabemos que el trabajo no siempre es fácil, pero ese es el objeto del esfuerzo. Y en el servicio, aunque también nos vamos a encontrar con situaciones caóticas, el impulso que siempre nos va a alentar a continuar es el amor que nos han dado primero a nosotros.

Solamente deseamos que cada uno muestre siempre el mismo celo para asegurar el cumplimiento de su esperanza. Así, en lugar de dejarse estar perezosamente, imitarán el ejemplo de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Heb 6, 11-12

De esta manera en lo que continúe del día podremos ir y tener un enfoque más nítido de hacer las cosas “bien”, sintiendo la belleza de nuestro alrededor, en cada carretera que recorramos, en cada clima que tengamos y en cada lugar donde nos encontremos. En el trabajo, en la escuela o en la casa, todos son buenos lugares para poder sentirnos amados; posteriormente, llenos de ese amor, podremos ir y realizar las mismas cosas de siempre con una nueva actitud, una actitud de servir por todo lo que se nos ha sido dado.

El trabajo no tiene por qué ser una tarea que desgaste el espíritu, al contrario, debe ser siempre una nueva oportunidad cada día para encontrar una pequeña parte de alegría y amor en lo más mínimo; cuando nos demos cuenta de esas cosas pequeñitas sabremos que Dios sigue estando con nosotros.

Y habiendo mencionado el trabajo, te quiero recomendar dos súper artículos que te detallan de mejor manera lo que es el servicio y lo que es ese amor que se siente con fascinación. El primero es de nuestra amiga María Paola Bertel que te habla sobre el valor del trabajo  y el segundo es sobre la maravillosa oportunidad de vivir de también nuestra amiga Bea Azañedo.

Con una disposición de salir al mundo a servir a los demás fascinados por el regalo que nos ha dado Dios en cada lugar de nuestro alrededor, podremos ser como niños en quienes la emoción por ir a nuestros deberes se convierte en toda una aventura y, al volver a casa después de la jornada, sentir esas ganas de contar todo lo nuevo que pudimos percibir en lo cotidiano; ese es el servicio del amor.

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.