¿Qué tan a menudo te dejas sorprender por Dios hoy en día?

El poeta pide meter la cabeza en el cielo. Es el lógico quien trata de meterse el cielo en la cabeza. Y es su cabeza la que se parte en dos.  G. K. Chesterton, Ortodoxia

Si pudiéramos clasificar a todas las personas del mundo en <poetas> y <lógicos>, ¿sabes en qué bando estarías?

Aunque esto no se trate sobre quién tiene dones más artísticos o matemáticos, seguramente que una cantidad importante de personas serían del equipo lógico.

El centro de esta cuestión trata sobre nosotros mismos y nuestra realidad. Sobre nuestro presente y nuestro futuro, dentro y fuera de este mundo.

Entonces ¿por qué hay una preferencia hacia el lado lógico sobre el poético, según decíamos?

Todos vivimos realidades que nos rebasan y nos superan; y si buscamos mantener una mentalidad “lógica” todo el tiempo, seguramente la pasaremos mal, pensando en cada uno de los acontecimientos que están por sucedernos. Siempre habrá algo que escape a nuestras estadísticas y “lógicos” algoritmos.

Pensar como un poeta es dejarse sorprender, asombrar; y esto es lo más sano, porque ante las realidades incomprensibles que nos encontramos, tenemos la necesidad de abrirnos a una lógica más grande, ya que la mera matemática no nos alcanza. En realidad, es dar un vistazo hacia un panorama enorme, un paisaje espectacular.

En cada uno de nosotros, en cada historia, tenemos que esforzarnos por encontrar la belleza de lo oculto; descubrir aquello que guarda lo cotidiano, como la gran escena de una película. Cuando lo hacemos, poco a poco, comenzamos a entender mejor a Dios. Pero contemplar tanta belleza resulta indescriptible, y lo único que podemos hacer frente a tanto que no podemos asimilar, sino tan solo apreciar, es sorprendernos. 

Por eso, necesitamos cultivar una mirada de poeta para dejarnos asombrar, comprendiendo únicamente que muchas veces “no comprenderemos”.

Curiosamente, la mirada se enfoca a través de la escucha. El que escucha, acoge lo que el otro dice y se encuentra listo para aprender algo (o reconocer algún error si lo hubiese).

¿Qué tan poetas y qué tan lógicos somos? Cada uno sabrá su medida, pero de no ser así, podemos darnos cuenta de la misma mediante nuestra escucha.

Sucedió entre Jesús y los fariseos, pero también entre Jesús y los apóstoles. Los primeros se negaban a escuchar; nunca toleraron ni aceptaron la presencia de Dios entre los hombres, porque se hicieron una imagen de Dios a su manera, y eso les impidió ver al verdadero Dios. Los apóstoles, en cambio, no entendían todo; muchas veces se dejaban llevar por su razón, por lo que ellos sabían, pero al final siempre escucharon y aceptaron la Verdad, aunque no la comprendiesen en el momento. Esto es tener una actitud de poeta. Estar atentos a lo que oímos, para estar listos a la sorpresa.

Felipe le dijo a Jesús: “muéstranos al Padre y nos basta”, cuando en realidad el Padre ya estaba entre ellos. Esa mirada lógica, es la que busca entender para guardar en la mente, pero poco en el corazón.

Dejarse sorprender, es abrirse al misterio de Dios, por incomprensible que parezca. Es dejarse llevar por la Verdad y la Belleza, que no somos capaces de comprender por nuestros medios.

¿Cuántas veces hemos podido estar frente a la belleza sin darnos cuenta? Muchas veces podemos tener frente a nosotros lo que necesitamos, pero no lo notamos.

Si te parece difícil tener una mirada de poeta, ábrete al misterio y déjate llevar por la belleza. Aunque nos parezca un lugar oscuro y silencioso al principio, nuestro corazón empieza a cultivarse en esas condiciones, y ahí comenzamos a entender…

Si la realidad que vives te intriga de más, esfuérzate en asomar la cabeza al cielo. Ya que Dios solo nos pide disposición, porque Él se está revelando. Es el misterio el que se está acercando a nosotros y no tenemos que hacer nada más que apreciarlo.

La Virgen María, siempre tuvo una actitud de poeta. Nunca entendió por qué tenía que pasar todo lo que pasó Jesús, pero se fiaba; lamentaba cada golpe, cada latigazo de una pasión tan oscura y desgarradora, pero nunca dejó que nada la apartara. Sufrió mucho, pero siempre escuchó; siempre se fio y así, a pesar de todo, estuvo siempre con la mirada puesta en el Cielo. El santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21, nos dice: María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

Cuando estamos preparados para ver, estamos también preparados para amar y de esa manera confiar. Si tienes un problema en tu vida y ya no puedes hacer nada más, cierra los ojos y prepárate para sorprenderte. Seguramente es un momento en el cual Dios tiene preparado algo increíble para ti.

Diego Quijano

Publica desde abril de 2019

Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.