En pleno siglo XXI seguro que no os extraña la palabra “veracidad”, que todo sea verdadero: las noticias, el contenido de las redes sociales, la imagen que damos en ellas, las relaciones que tenemos… porque huimos de la mentira y no nos gusta que nos engañen, ya sea en la política, como en el periodismo. Pero, si vamos más allá de todo esto, nos encontramos con la mentira que más daño hace al hombre: el desprecio a uno mismo. 

En todo corazón hay un nudo de desesperación, una semilla de autodestrucción, una fuente de amargura, un pensamiento negro de decepción sobre nosotros mismos. Es algo que nos afecta absolutamente a todos. Fabio Rosini. El arte de la vida sana. 

El mayor daño que nos han podido hacer es instaurar esa voz que nos dice que no somos suficientes, que estamos mal hechos, que somos imperfectos. El sacerdote Fabio Rosini se remonta a Génesis 3 para hablarnos de cómo la serpiente engaña al hombre con la mayor mentira: “seréis como Dioses” les dijo en el Edén, y nos sigue diciendo ahora a cada uno.

Rosini hace una reflexión sobre esta frase, ya que hay algo implícito en ella: debemos convertirnos en otro, porque la serpiente nos intenta convencer de que estamos incompletos, somos insuficientes, y tal como somos, no somos buenos. Es una gran mentira en la que podemos caer y es grave porque afecta nuestra alma, nuestro corazón y nuestra autoestima. De esta forma, vivimos constantemente con la insatisfacción de uno mismo, con que no somos suficientes, ni válidos, porque deberíamos ser diferentes, ser otros.

Es una expectativa que nos ponemos nosotros mismos y nos hace vivir constantemente en una vida irreal, porque no vivimos siendo lo que somos. Buscamos un yo irreal, una vida irreal y no vivimos en el presente, donde nos habla Dios y actúa Su gracia. En nuestra imperfecta irrealidad es donde Dios quiere actuar, siendo lo que somos, perfectamente hechos a Su imagen y semejanza.

Ve y dile a tu corazón que tus carencias te harán conocer la paciencia de Dios y te harán misericordioso. Llegamos a ser como Dios cuando nos dejamos amar siendo pobres. Fabio Rosini. El arte de la vida sana. 

Ser auténtico y ser uno mismo supone dejarse querer como somos, sin miedo a que nos conozcan verdaderamente, porque cada uno de nosotros es un don y hay que dejar que los demás conozcan la belleza que tenemos dentro. 

Amaremos nuestra pobreza cuando nos demos cuenta de que somos contemplados por nuestro Padre cada minuto del día, y eso es vivir en presencia de Dios. Nos mira, nos abraza y nos libera de nuestro intento de querer huir de nuestra imperfección. “Entrégaselo todo, tus virtudes, tus defectos…” me dijeron hace un par de noches, en una velada bajo el cielo estrellado de la ciudad de Sevilla. Vivir así, diciéndole a Jesús que le entregamos lo bueno y lo malo, los piropos y nuestras limitaciones… y de ahí Él  sacará bienes y milagros.

Podemos caer en el error de depender siempre de las atenciones que recibimos de los demás, como lo llama Rosini: nos llenamos del virus- convicción de que la vida consiste en que te aprecien. Y esto no nos lleva a una vida plena, porque nos condena; somos esclavos de lo que opinan los demás. Nos convertimos en lo que los demás piensan de nosotros, cuando la verdad sobre nosotros nos la sopla Dios.

Nuestra grandeza viene de Él y estamos completos, porque nuestras carencias y nuestras limitaciones las conoce Dios; y son salvadas y remidas en cuanto nos acercamos a nuestro Padre. En cuanto le tocamos la túnica, como aquella mujer en el pasaje del Evangelio, somos curados. ¿Y cómo podemos tocar su túnica? Nos acercamos a Su curación en la Eucaristía, en la oración, en la confesión, en el Santo Rosario, siempre que servimos a los demás y damos Gloria a Dios con nuestros actos.

Como me dijo mi director espiritual, nada nos puede ir mal por sacar tiempo para Dios. Y tú, ¿cuánto tiempo sacas para Dios en tu día?

Beatriz Azañedo

Publica desde marzo de 2019

Soy estudiante de humanidades y periodismo. Me gusta mucho el arte, la naturaleza y la filosofía, donde tenemos la libertad de ser nosotros mismos. Procuro tener a Jesús en mi día a día y transmitírselo a los demás. Disfruto de la vida, el mayor regalo que Dios nos ha dado.