Un joven con un vacío infinito, un hombre con una sed infinita, un alma saciada con la infinidad de la belleza del Amor de Dios. Así se podría resumir la vida de el buscador de Dios: Charles de Foucauld; un hombre tan sencillo y humilde que se convirtió en uno de los más grandes místicos y santos del siglo pasado.

Charles siempre fue un joven polifacético; fue militar, lexicógrafo, explorador, cartógrafo, geógrafo y mucho más. Sin embargo, su indisciplina y sed de algo más, nunca lo dejaban realizarse en plenitud en ninguno de estos cargos, tanto que ni aún ganando un premio francés (su país natal) de cartografía, sentía que estaba pleno y realizado. Al contrario, había una necesidad de buscar y explorar lo desconocido, principalmente del área espiritual.

¡Dios mío, si existes, haz que yo te conozca! Pero yo no te conocía… Santo Charles de Foucauld

Charles solía entrar y salir de la Iglesia constantemente, con miedos y dudas, pero con una fuerza distinta. Esta lo hacía entrar con más ánimo cada vez que volvía, hasta que un día tuvo una confesión que cambió su vida, y el “buscador de mundos” ya no quería ese título si no que de ahora en adelante él sería el “buscador de Dios”, de su belleza y de su amor.

Después de su conversión, Charles ordenado sacerdote y monje trapense, decidió retirarse al desierto y quedarse ahí solo, únicamente con su mejor amigo de quien constantemente escribía unas cartas bellas, unas letras llenas de amor. En ellas manifestaba como el estar solamente en la presencia de su mejor amigo, lo llenaba de la belleza de Su gracia y recibía consolaciones espirituales increíbles.

La Eucaristía es Jesús, es todo Jesús. Santo Charles de Foucauld

Charles de Foucauld desarrolló una espiritualidad en torno a la entrega y a la confianza en Dios, escribiendo así la Oración de abandono. La lógica del «abandono en Dios» lo llevó a ofrecerle su libertad espiritual en el desierto. La escribió antes de su muerte martirizada, en la Primera Guerra Mundial, al lado de su mejor Amigo y su Amado.

Padre mío, me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.

Pidamos la gracia al Señor de reconocerle como nuestro mejor amigo, como nuestro amado. Busquemos estar a sus pies, y llenarnos así de la gracia que emana su presencia en el Sagrario, y que podamos tener la capacidad de abandonarnos totalmente a Cristo, como nuestro amigo Charles de Foucauld lo hizo.

Santo Charles de Foucauld, Canonizado el 15 de Mayo del Año 2022. 

Diego Esquivel

Publica desde octubre de 2020

Soy Licenciado en Fotografía, Misionero de Corazón Puro Internacional. Camino por todo el mundo, capturando la belleza de Dios.